viernes, 24 de enero de 2014

4º Temporada: El triunfo del destiel

... Sí, vuelve a ser Supernatural.
Si no os interesa, haced clic aquí y aquí y disfrutad de la vista.

(SPOILERS hasta el final de la cuarta temporada)

Música. Porque venga, todos la hemos buscado al oírla en la serie.

Veréis, maestros, yo ya os había comentado mis dudas acerca de que shippear en Supernatural. Ya no las tengo.
A decir verdad, la cuarta temporada es reveladora en ese aspecto por dos cosas:
  1. Aparece - por fin - Castiel, y te puedes enterar más o menos de lo que va el shipp.
  2. Sam se vuelve tontolculo así que ya estás seguro de que ellos no se lían.

Y es que, Sam era un buen personaje. No era Dean, y no era Bobby, pero yo le quería mucho. Era un niño malcriado y egoísta porque su hermano lo había dado todo por él en su infancia, y el típico chico listo, algo tímido, que iba evolucionando a lo largo de la historia y se hacía querer. Era un adulto. Era maduro. Era dulce. Sabía diferenciar el bien y el mal, pero veía la escala de grises intermedia.
Yo pregunto, ¿cómo leñe no se ha dado Dean cuenta todavía de que un ghoul se cargó a Sam cuándo él estaba fuera?
Veamos lo que sabemos en esta cuarta temporada acerca de Sam:
  1. Se tira a Ruby, que me daba una mala espina del copón, y que, como se ha demostrado al final, era maligna y cruel y sabía que tenía que ser mala porque antes no pero en el último capítulo era la Obviedad.
  2. Considera que su hermano se ha vuelto débil. Que poca consideración, la verdad, ¿cómo se atreve a mostrar grietas en su coraza? Que pesadez con que destruyesen su cuerpo de todas las formas posibles a lo largo de treinta años. ¿No tiene otro tema de conversación? ¬¬
  3. Pasa de todo lo que los otros tengan que decir, porque, tío, él es más listo que nadie.
  4. Su cepillo de dientes es violeta.
  5. Es temerario, pero porque puede serlo. Tiene SUPERPODERES, y es listo y fuerte y guapo, así que nada puede despeinarle si él no quiere.
  6. Bebe sangre de demonio, porque, oye, los superpoderes reales necesitan pilas, ¿vale?
  7. Ya no es que la beba, es que ahora es fan de Anne Rice y se pone a beber de los demonios en vez de matarlos. Very nice.
  8. Considera que no necesita a nadie, porque su sola presencia llena, ya no la habitación, sino el puto motel. Y el estado, si no es muy grande, también.
  9. Tiene más músculos que un Action Man.
  10. Empieza a tener las mismas partes malas de John Winchester, pero sin una razón lógica más allá del "Ahora yo soy el fuerte".
  11. Como estaba drogado, pegó a Bobby.
  12. Como estaba drogado, dio una paliza de muerte a Dean en la que casi me lo mata.
  13. Abrió las puertas del Apocalipsis y ahora el sacrificio de Castiel y la huida de Dean no valen una mierda.
  14. Puso un conector de IPod en el Impala. ¡En un puto Impala del 67! ¿Pero qué le pasa en la cabeza a ese tío?
Seguramente en la quinta temporada vuelva a ser el de siempre y yo le perdone, ¿pero en esta? Se ha cubierto de gloria, el gigante ese.

¿Y qué sabemos de Castiel?
  1. Sacó a Dean del infierno. Eso da puntos.
  2. Cuando él se acerca las teles no funcionan. Eso se los quita a montones.
  3. Inclina la cabeza ligeramente cuando no entiende algo, y dan ganas de empotrarle contra una pared.
  4. Sus putos ojos brillan en la oscuridad. No en plan destello, en plan lámpara. Son fluorescentes. Tiene ojos azul fluorescente.
  5. Esa gabardina. En serio. Esa gabardina me hace derrapar.
  6. Cree que los humanos somos arte. Arte. Teniendo en cuenta que su especie en pleno quiere acabar con nosotros por considerarse superiores, yo aprecio el detalle.
  7. Reconstruyó el cuerpo de Dean, pero le dejó la marca de su mano en el hombro. En mi pueblo a eso se le llama ser territorial.
  8. Miró a Dean dormir. ¿Cómo no sentirse identificado con eso?
  9. Nunca intentó poner una mano encima a Anna, aunque fuese una enemiga del cielo. Incluso cuando tuvo que ceder a la voluntad de los que lo habitan, no fue capaz de hacerlo él mismo. Eso cuenta más porque, después de todo, se tiro a Dean, y debían de estar comiéndole los celos.
  10. Es capaz de mirar a Dean a los ojos cuando le obligan a torturar a Alistair, aunque le cueste. Asume la responsabilidad de sus actos, aunque no sean culpa suya, y no se comporta como un niño de cuatro años en una pataleta, como hacen otros.
  11. Le gustan los hombres guapos. Fijaos en Uriel, que aparte de más malo que la peste, era feo. Él ya tenía escogido a Jimmy. ¿Coincidencia? No.
  12. Le gustan los bancos de los parques infantiles, por lo que parece.
  13. Tiene dudas. Acerca del cielo, del infierno, de la humanidad, de las ordenes. Duda de todo, excepto de que siga existiendo el bien y el mal. Y él quiere estar en el primer bando.
  14. Está dispuesto a morir a manos de un arcángel para salvar al mundo. ESO es capacidad de sacrificio.


Es obvio a quien elegirá Dean. Sólo comparemos un par de foticos:




¿Quién creéis que gana?


Coincido.

Pero, dejando de un lado la estupidez supina de Sam, la temporada ha sido la HOSTIA.
No sé muy bien que decir acerca de ella, así que hagamos una lista de puntazos:
  1. Capítulo 1: Vemos el gran talento de Castiel para las entradas grandilocuentes. No volverá a usarlo, porque prefiere aparecerse de la nada y sin avisar para que nos dé un ataque cardíaco.
  2. Capítulo 3: Jonh era muy mono antes, una pena. Mary era la mejor, y su familia también era guay. Dean es un Winchester pura cepa, desde luego, pero tiene ESO. Eso que no tiene Sam. La sangre Campbell corre por sus venas como no corre por las de su hermano. Es algo que me gusta mucho de él. Esas diferencias que le alejan de John y que no son malas.
  3. Capítulo 5: Dean con peto tirolés y preocupado por ser virgen. Monstruo fan de las pelis de miedo, una salida muy original. Además, está el hecho de que homenajeasen, a su supernaturiliana manera, Drácula de Bram Stocker. La mejor peli de vampiros EVER.
  4. Capítulo 6: Dean con miedo. AWESOME. Dean huyendo de una perrita con lazo. Dean gritando como una niña de seis años al pisar un gusano cuando el gatito sale de la taquilla. Dean gritándole a Sam que la gente normal huye de los fantasmas, y que ellos BUSCAN fantasmas enfadados que quieren matarles. Dean. Genial. Maravilloso Dean. Y con una moraleja detrás de todo eso: la discriminación es mala. Leed De ratones y de hombres, y ved lo que es capaz de hacer esa zorra.
  5. Capítulo 7: La conversación en el parque. Castiel, después de un capítulo sin saber a que juega, es bueno y tiene dudas. Dean no se arrepiente de nada, porque siempre ha sido un cazador por y para la gente. Los niños jugando delante de ellos. El consabido banco del parque. Genial.
  6. Capítulo 8: El oso de peluche. No. En serio. Un oso de peluche existencialista gigante que habla y tiene tendencias depresivas y suicidas. "¿Fiestas del té? ¿Eso es todo lo que hay?" El oso se adueñó del capítulo.
  7. Capítulo 13: Dean con pantalones cortos. EN SERIO. Yo nunca he tenido un profesor de E.F. como Dean. Si lo hubiese tenido, me habría esforzado más en las clases - o no -. Y vemos parte del pasado de Sam y Dean. Pobre Sam. Y pobre Dean. Y esa tía es TONTA. Decirle eso delante de todo el mundo... Dean es Amor, niñata. Y sí, se sabe en lo que quiere a su hermano, porque él es genial con las personas que quiere. Y a ti no te quería. Porque eres sólo una chica de paso con la que enrollarse en un armario. Pero, eh, tienes razón, debería haberte tratado como si fueseis novios formales de siempre. Mira, niña, si quieres algo más y tienes dignidad y tal, yo no te digo nada, pero si te vas a un armario con un tío al que acabas de conocer, es que no tienes derecho a pedir cuentos de hadas. Ajo y agua.
  8. Capítulo 15: La reaparición de la parca. Me gusta la parca. Y las clases de "cómo ser un fantasma". Épicas.
  9. Capítulo 16: Dean torturando a Alistair. Uriel siendo malvado de forma oficial. Castiel cerrando los ojos de su hermana y los focos del helicóptero provocando la sombra de sus ENORMES alas.
  10. Capítulo 17: Dejando a un lado la maldad de los estilistas en este capítulo - Dean era realmente traumático, y Sam llevaba una camiseta del servicio técnico -, los Winchester aprendieron a cazar fantasmas de los Ghostfacers. XD Oh, la ironía.
  11. Capítulo 18: En sí. Es un puntazo en sí mismo. Sobretodo cuando empiezan a investigar y descubren el wincest. La cara de Dean, oh, la cara de Dean. ¿Y cuándo tienen que demostrar que son fans? ÉPICO.
  12. Capítulo 20: "-Necesitamos hablar en un sitio más privado. +Estamos en mi mente. -Exacto."
  13. Capítulo 21: Sam en la habitación del pánico. Aunque me cabreó que su subconsciente usase a MARY. MAL, SAM. LIMITES.
  14. Capítulo 22: El super-cuarto-mágico de los ángeles. En serio. No, EN SERIO. Era guay y genial. Yo quiero que me secuestren allí.

Ahora, voy a ver el primer capítulo de la quinta temporada. Llevo conteniendo las ganas un rato largo, pero quería escribir esto sin spoilearme. Como le haya pasado algo a Castiel, no respondo de mí misma.
Disfrutad del destiel:


El fandom ya es innecesario, hacen el slash ellos solitos.

sábado, 18 de enero de 2014

Mis sufrimientos de shipper

¡Hola, maestros del frikismo! ¿Cómo estáis hoy? ¿Bien? Genial.
Veréis, sé que he estado muy pesada con Supernatural - comprensible porque esa serie es la leche entera y con ColaCao - pero hoy no vengo a hablar de eso.
No. En serio, no quiero hablar de Supernatural. He decidido que me lo tomaré con algo más de calma después de haber estado apunto de tener un ataque cardíaco en una librería porque las luces comenzaron a parpadear. Casi dejo caer el libro y salgo de allí corriendo y llorando. ¡No me miréis así! ¿Sabéis como acaba la gente que ve parpadear las luces?: muerta. MUERTA. De forma increíblemeeeeeeeente dolorosa. Y no, gracias. Si hay un ataque fantasma, yo quiero ver a los Winchester. La primera en morir es la pringada a la que se mira con superioridad. ¡Y no!

En todo caso, hoy vengo a hablar de mis shipps. Y con eso, no me refiero a intentar vendéroslos o algo así. No. Sino a hablar de ellos. De deciros cuales son para que vosotros os deis cuenta de que vuestra vida podría ser peor. Podría ser la mía. Y, por tanto, podríais tener todos los traumas shippeadores que tengo yo. Que son MUCHOS. Es decir, actualmente sólo tengo UN shipp que vaya bien. UNO. Sólo tengo esperanzas por CUATRO. CUATRO. ¿Sabéis la cantidad de series que veo? ¿LO SABÉIS? Pues eso, sólo cuatro. Y hablo de ESPERANZAS. Que no es seguro.

(Esta lista no tiene orden de preferencia, los pongo según se me van ocurriendo.)


1. Hernán y Lucrecia:


Mi primer shipp. Águila Roja fue la primera serie que frikeé como Dios manda, y siempre le tendré un especial cariño por ello. Aunque dé vergüenza ajena. Que la da. Y ya no os hablo de los personajes, porque es que hay a varios a los que yo quemaba vivos. Así, sin narcóticos ni nada. Sufriendo.
Mi shipp es el de mis personajes predilectos - aparte de Satur, obviamente -: Hernán y Lucrecia. Y diréis: ¿De qué te quejas? ¿Ellos no tienen unas escenazas de caerte de la cama/del sofá y llorar y gritar cuál fangirl? Sí. Las tienen. Pero, ¿sabéis eso de una de cal y otra de arena? Bueno, pues nosotros disfrutamos de chutes en vena de cal, sí, pero después de ahogarnos en la arena.
En la primera temporada shippeas feliz y confiada. Porque, claro, temes que mueran por ser los malos y que Lucrecia se vaya con Gonzalo - lo segundo menos -, pero son taaaaaaaan monos, y taaaaaaan románticos. Todo es bonito y feliz y mágico y los duendecillos de los fans cantan y bailan. Y luego descubrimos que Lucrecia se tira al rey.


¡Pero calma! Le regaló las esmeraldas del collar que le regaló el Tontolbigote a Hernán. Y es Aw... porque ellos son Amor.
En el capítulo siguiente, intenta tirarse a Juan para que se tire a Margarita para que ella pueda quedarse con Gonzalo.


Y la temporada remata con Hernán enterándose de todo, torturándola, y después comportándose con un perfecto hijo de puta. Vamos, que acabas así:


En las siguientes temporadas, veremos a Lucrecia tirándose a otros, a Hernán casándose, CASÁNDOSE, con su hermana pequeña perdida y asquerosa y maldita e Irene muérete antes de que te pille hazme caso que luego sufres mucho. Y ya no es ¡Bien, combate dialéctico! ¡Mola! es más ¿¡PERO CÓMO PUEDES DECIRLE ESO!? ¿¡NO VES QUE SUFRE!? ¡¡¡NO VES QUE SUFRIMOS TODOS, IMBÉCIL!!! ¿Veis lo que sufro? Es mucho. MUCHO. Y ya no digamos la cuarta temporada. No hablemos de ella, porque, aunque en algunos capítulos estabas así...


... en otros, los más, estabas tal que así:


¿Qué cómo acabó la cosa? Aun no se sabe, pero vamos, que la marquesa se pasó toda la temporada fuera, cosa de por sí mala, para dar a luz a su hijo con el Tontolbigote, alias Felipe IV, alias padre de Hernán, alias yayo de Nuño, su primer hijo. ¡Qué bonito todo! ¡Cuánta felicidad! ¡Qué bien le va a mis shipps siempre!

2. Sirius y Remus:


Era obvio que no iba a caer esa breva. Vamos, la obviedad. ¿Pero había que ser tan mala gente Rowling? ¿EN SERIO?
Es decir, metió a Sirius doce años en Azkaban por un crimen que no había cometido dejando a Remus solo. Sale. Se encuentran. Se quieren. Matan a Sirius. Sufrimos TODOS. Lían a Remus con Tonks. Les matan. Dejan a un niño solo en el mundo y con el nombre de "Teddy". ¡Para que luego digan que lo del Titanic es triste!

3. Sherlock e Irene Atler:


Lo sé, lo sé. Escojo una pareja canon y principal, y es la más negada del fandom. Yo soy así. Me debí de caer de la cuna cuando era pequeñita. O algo.
Irene sólo ha aparecido en un capítulo, pero yo he caído irrevocablemente a sus pies. Es guapa, increíblemente sexy, inteligente, manipuladora, ególatra, ligeramente malvada, interesada, y, debajo de todo eso, pone como contraseña de lo que salvaguarda su vida el nombre del chico que le gusta. ¿Cómo no iba a caer a sus pies? La quiero.
Y claro, han pasado cinco capítulos desde que ella me ganó, pero yo sigo mirando a la pantalla, esperando fervientemente verla aparecer para coquetear con Sherlock. El último capítulo de la tercera temporada, me lo pasé parándolo para llorar o para dar botes, alternativamente. Porque Sherlock estaba con una chica. Solté un largo discurso sobre mi mala suerte con los shipps y acabé dando golpes a mi cama con el cojín, mientras gritaba acerca de que quería un shipp donde no... Oh, bueno, que acabase bien. Pero, y esto es lo bueno, ¡era una farsa! ::baila::


Y en el capítulo anterior, en plena resolución de un caso, una conclusión le llevó a Irene. ¿Creéis que se conformó con el flashback? No. No lo hizo. Ella se le acercó desnuda y le rozó el labio. ¿Qué? ¿Que le dijo que no era el momento de malas maneras? ¡Pues anda! ¡Cómo si con Jon fuese un osito amoroso! ¡Era importante! ¡NO CUENTA!
Lo suyo es amor, y ella volverá. Serán felices. ¡HE SEGUIDO MUY POCAS PAREJAS CANON Y ESTA LO ES Y CREO QUE ME MEREZCO UN POCO DE FELICIDAD FANGIRLÍSTICA, MUCHAS GRACIAS!

4. House y Cuddy:


Sí, yo era de las pocas que no le ponían haciendo el trenecito con Wilson.
Me gustaba esa tensión sexual entre los dos. Me gustaba que House hablase de su culo con todo el morro del mundo. Me gustaba que bautizase a sus pechos. Me gustaba que Cuddy no se lo pusiese fácil. Me gustaba, en resumen, la pareja. Y seguí el canon. Y no acabaron juntos. Y yo dejé la serie.
¿Qué? Sabía - porque yo me meto spoilers en vena asiduamente - lo que iba a pasar. Sabía que mi shipp acababa mal. Y además, que coño, ¡eran aburridos! No supieron llevar la trama. NO SUPIERON. Y como House ya casi no hacía chistes malvados y se dedicaba a ser una versión descafeinada, pues pasé de ver la temporada y media que quedaba. Pasé.
Los guionistas de esa serie supieron hacer una de las mejores relaciones con tensión sexual y morro a espuertas que se han filmado. Y la pareja más decepcionante e inocua que recuerde. Porque Jules y Shawn no tienen buena pinta y por ende no decepcionan. Y eso.
Una pena...

5. Scarlett O'Hara y el capitán Rhett Butler:


Mi OTP de entre mis OTP. Vi la película, principalmente, porque decían que en el último episodio de la quinta temporada de Águila Roja, el final de Lucrecia sería muy parecido al de dicha película.
Me la puse una tarde. Como es larga que no veas, la acabé poco antes de cenar. Decidí que era mi película favorita y que Scarlett volvió a reconquistar a Rhett aunque no se viese en pantalla.
Scarlett es una chica guapa, manipuladora, egoísta y alejada de las convenciones sociales. Ya, concuerda con mi prototipo de heroína, ¿a que sí? Rhett es un pícaro vividor, divertido, inteligente, y con pocas fidelidades salvo él mismo. Y se aman. ¡Pero Scarlett es tonta!
Sí, es tonta. ¿Por qué se casa con otros dos hombres antes que con él? SÍ. ¿Por qué no se da cuenta de lo maravilloso que es verdaderamente Rhett hasta que ya es tarde? SÍ. ¿Por qué cree que ama realmente al insulso pavioso soso y aburrido de Ashley? SOBRETODO.
Vamos, tengo yo a ese maromo detrás y le ato a la pata de mi cama para que no se escape. ¿Y elige al pavioso? ¿En serio?


Pa'rrancarse los pelos a mechones. ¡A mechones, os digo! De todas formas, da igual, porque se mudaron y son felices y se quieren y tienen muchos niños y todo es maravilloso. ¡Se sabe!

6. Barney y Robin:


La única que va bien. Única. Esta pareja es el único shipp que ha dado frutos. Lo cuál, es triste, también. Y sí, la foto está elegida a posta. Porque se casan. Y no son los primeros en hacer planes pero sí serán los primeros en cumplirlos. Exceptuando a Scarlett y Rhett, que no cuentan. Y su matrimonio no acabará así. Porque Robin es estéril. Y no podrán tener una hija para que muera en un accidente de hípica. Así que comerán perdices. FIN.

7. Brian Kinney y Justin Taylor:


Una pareja también canon. Me gustaba. Mucho. Y en ella estaba Brian Kinney que hace que los ovarios de cualquier mujer exploten. Los trocitos se te clavan en la carne de dentro pero te da igual porque con esa mirada sólo puedes llorar de frustración y restregarte contra algo.
En todo caso, yo estaba feliz. Todo iba bien y era bonito. Y, bueno, el final no fue el que quería. Justin se fue a Nueva York a dedicarse al arte y Brian se quedó sólo y sin nada mientras el resto había avanzado. Fue triste, y dolió, aunque fuese inevitable. Otra pareja que no acaba como yo quiero. Que sorpresa...

8. Bella y Rumple:


Vale, empezó como un secuestro y Rumple es realmente cruel con ella en algunos puntos, pero el que no cante Eso es amor, es que no tiene alma, ni buen gusto. En el fondo Rumple es una buena persona, se ve en los pequeños detalles. Detalles, que Bella ve con facilidad, porque es de esas personas que siempre se fijan en detalles pequeños, como que las gaviotas se posan momentáneamente en un mástil invisible. Y además, es guapísima, inteligente, dulce, y le gusta leer. Si es que les quiero un taco, leñe.
No tengo ni idea de como va a acabar esto. Y como no la tengo, no hay muchas esperanzas. Me quedé en la parte en la que Bella pierde la memoria, y tardaré en continuar. No estoy preparada para ver a Rumple sufrir como va a sufrir entre Neal y Bella y Cora y todo lo que se le viene encima que es MUCHO. Aunque espero que les vaya bien... Son tan monos...


9. Shawn Spencer y Carlton Lassiter:


Hay más posibilidades de que se me caiga el techo encima. Lo sé. Pero Lassie hacía patinaje artístico de pequeño, quería un pony, tirotea las figuritas de porcelana que pensaba regalarle a su mujer, y hace referencias a Greasse. Y ya no hablemos de Shawn, porque Shawn es superior a mis fuerzas y me hace sentir blanda e inestable y no debería sentir estás cosas cuando hay un gif de Rapunzel de niña mirándome porque me siento MUY incómoda. Además, ya hablé de Shawn y compañía.
En todo caso, aun sin esperanzas, yo voy a ver lo que me de la gana. Porque, ¿Juliet? No vale ni lo que se gasten en maquillaje. ¡Atad en corto a Roday, leche! Que sea novio de la actriz no quiere decir que sus personajes tengan química, porque NO la tienen.

10. Laura y Martín:


No, tranquilidad, no me refiero a los de Águila Roja. Aunque ya lo sabéis por la foto.
Pues bien, Los misterios de Laura es la mejor serie nacional hoy por hoy. Águila Roja es la primigenia, sí, pero flipan tanto, y ponen tramas tan absurdas, que no llega a Los misterios de Laura.
En principio es la típica serie de detectives, pero no. Ya desde la primera escena, dejan claro que ellos van a tirar por un tipo de detective completamente nuevo: la ama de casa. Tú, en ese momento crees que Laura está ya en el meollo del asunto, que la serie empieza desde la investigación de un asesinato, y... No. El fiambre era un embutido que había comprado y que no le habían dado en la charcutería.
Laura es maravillosa y genial. Un personaje humano, con defectos y virtudes, con el que es fácil empatizar y que cae de cine. Y sus gemelos son muy monos también.
Hay una especie de triángulo amoroso entre ella, su ex-marido y jefe Jacobo, y su compañero Martín. Yo voy de ese último.
Jacobo está bien, pero no lo bastante y le puso los cuernos. Y se arrastra mucho.
Martín es un chico despierto, impulsivo, vital, guapísimo, mujeriego, divertido, al que los gemelos adoran... ¡Martín es alucinante! Sólo le falta llevar una chaqueta de cuero y estar al otro lado de la placa para ser justo mi estilo de chico, pero igualmente lo es. Además, está muy pillado por Laura. Muy mucho.


Me gustan esos dos juntos, y tengo sinceras y cristalinas y puras esperanzas de que acaben emparejados. A ver si hay suerte, leñe.


Y estos han sido diez de mis shipps. Hay algunos peores. De los que me avergüenzo hasta yo. Y hay algunos que no puedo contar, porque serían spoilers de House of Hades y no todos se meten spoilers tan ricamente como yo. Que no es malo, ojo. Significa que sois listos. También hay shipps mejores, y otras cosas que podía mencionar, pero cómo que diez es un número redondico él, y queda mejor.

¡Un placer veros, maestros del frikismo! ::iza la bandera de la entrada::


lunes, 13 de enero de 2014

En nombre del padre, de los hijos, y del santísimo Impala

(SPOILERES de lo que pone en el primer párrafo.)

He acabado la primera temporada de Supernatural. Y el el primer capítulo de la segunda. Porque nadie puede resistir ese chifflanger que nos han metido. Y que capítulo, señoras y señores. Que capítulo.
Porque el final de la primera temporada es la hostia, y tiene un huevo de simbología y todo lo que queráis - porque no me diréis que no os escocieron los ojos cuando el demonio de la conjuntivitis, en el cuerpo de John, le dice a Dean que ellos nunca le van a necesitar tanto como él les necesita a ellos -, pero la temporada la empiezan con un listón altísimo, no cabe duda.
Porque tú, en ese momento, ya estás rota. ¿Cómo no vas a estarlo? Dean supo que su padre estaba poseído, porque sabía que John no se sentiría orgulloso de él. El demonio de la conjuntivitis estuvo practicando tortura psicológica con el pobre chaval, y la cara que puso... La cara que puso era de "No me lo digas, no me lo digas. Ya lo sé, ya lo sé. Intento vivir con ello, intento ignorarlo. Cállate. Cállate, por lo que más quieras, demonio hijo de puta. Cállate." y a ti te gotean los ojos. Porque, joder, que vale, adoro a Jonh y a Sam, y ambos están jodidísimos, pero es que a Dean le pasa de todo. Pobrecillo, Dean, que la vida le putea lo suyo y lo de varias generaciones de primos.
Pero, mantened la calma, que está Jonh Winchester, que mola lo que no está escrito y sabe salvar el día. Porque Dean, le mira con los ojos brillantes, pero sin derramar una lágrima, y le pide "Please, Daddy." por favor, no dejes que me mate, por favor. Y tú retienes las lágrimas por que sufres como Wilson en una tienda de muebles. Y él se despierta, a medias al menos, porque NO va a hacerle daño a su hijo. No físico, al menos, y no queriendo.
Y Sam, apuntándole con el colt mágico mientras su padre le grita que le pegue un tiro en el corazón, que no podrá retener el demonio mucho tiempo. Y tiene en sus manos al asesino de su madre, de Jess, puede acabar con todo y está dispuesto, pero no lo hace. No lo hace porque a un par de metros, un ensangrentado y sufridor Dean le grita que no lo haga, no, Sam, no lo hagas, y él no es capaz. Porque, como Dean ha dicho, ellos están deseando sacrificarse por la venganza, pero será él el que tenga que enterrarles. Y coño, que su hermano ya ha sufrido bastante, que es él al que más han puteado, por mucho corazón roto y muchos superpoderes que tenga él y por muchos "sólo podía ver el mal" de su padre. El demonio escapa, y John se muere porque estaban tan cerca, tan, pero tan cerca... "Matar a ese demonio estaba por encima de mí, por encima de todo." Y Dean, en el asiento trasero del Impala intercambia una mirada con Sam, que le mira a través del retrovisor. "No, señor, no por encima de todo." Ole, Sam, ole.
Y entonces un camión gigante choca contra el Impala destrozando el coche y tú gritas ¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOO, EL IMPAAAAAAAAAAAAAAAAALAAAAAA!!! Porque, claro, quieres a los Winchester, pero el Impala es el Impala y no dudas de que vayan a sobrevivir.
Por supuesto, tuve que ver el siguiente capítulo después de esa putada.
Y vemos que, tío, Sam está bien y tal, pero, ¿¡y los otros!?
Y Dean paseando por el hospital, entre la vida y la muerte, tratando de cazar a un parca para volver con su familia. Se sufre mucho, porque es una puñalada. Es una puñalada en el corazón que te arranca las lágrimas ver a Dean con todos esos tubos, tirado en la cama del hospital y con esa advertencia de que va a ser muy difícil que se salve. Y sólo queda en pie Sam, yendo de la habitación de su padre a la de su hermano, tratando de resistir porque ellos necesitan que él sea fuerte. El bueno de Sammy, que no puede concebir la vida sin su hermano mayor utilizando el volante del Impala como un instrumento de percusión siguiendo el ritmo de Metallica.
Tú, cuando ves a John te preguntas que qué le pasa, qué planea, porqué se comporta de forma tan extraña, y empiezas a sospechar.
Sam va con Bobby a recoger el Impala y tienes ganas de llorar, porque está hecho una señora mierda. Y a Dean le va a dar un ataque cardíaco en cuanto salga del hospital porque es que duele mirarlo. Peor que los ojos del basilisco, plebe. Peor. Encima, porque no estamos sufriendo ni na', descubrimos que John nos ha tomado el pelo, y que no quiere alejar al demonio, sino que, oh, fíjate tú, quiere invocarlo. Sam le echa una señora bronca, pero tú no. Tú no porque te imaginas para lo que es y sufres mucho, mucho. Pero no te hace mucho como se comporta Sam porque tú ya estás desgarrada de parte a parte con la que le ha echado Dean unas escenas antes. Le grita que qué clase de padre es, que no ha llamado a nadie para ayudarle, que él ha hecho siempre todo lo que le ha pedido y que así se lo paga, y se siente TAN jodidamente inseguro, porque desde la stringha siempre ha pensado que su padre no le quiere, no realmente, que siempre ha querido más a Sam. Y suele tragarse su dolor y seguir adelante porque les quiere, porque son su familia, pero está en el limbo y puede morir y no quiere morir todavía, y quiere que al menos, en esos putos momentos en los que es un maldito crío de tres años necesitado de un abrazo, su padre muestre un poco, al menos un poco de amor por él. Y todo lo que él le grita se queda en el limbo, mientras John espera con una de las sonrisas más tristes que has visto nunca y que te hace sufrir como Bill Compton en un día rutinario, que es demasiado para el ser humano normal y no torturado.
Después, Dean habla con la parca. Sientes verdadera impotencia en esa escena, mientras él le reclama que no se puede ir, que hay una guerra ahí fuera, y ella le dice que todos los soldados dicen lo mismo, pero que su presencia no es decisiva. Pero es que a Dean lo que le importa no es la guerra, es su familia, y no puede dejar sólo a Sammy, ni volver a perder a su padre. Porque, además, su hermano volverá a la universidad, su padre dejará la caza y dos de los cazadores que conoce están muertos. Claro, es normal que el pobre Dean se considere decisivo, se entiende. Está apunto, apunto de decir que sí, de decir que el diablo de la conjuntivitis tiene razón y que en realidad ellos no le necesitan, y que puede irse, pero entonces, algo pasa.
Y es que John ha hecho un pacto con el diablo de la conjuntivitis, y yo digo: Mal, John, mal. Vale, sí, es inevitable y tienes que hacerlo porque por mucho que te quiera, que lo hago, a Dean le quiero más. ¿Pero no podía ser otro demonio? ¡Hay muchos, John, y eso está demostrado! John le da la pistola y la bala, su muerte y su alma inmortal. Vamos, que deja de existir.
El diablo de la conjuntivitis va y posee a la parca, que le sana por completo.
Y asistimos a una de las escenas más dolorosas EVER, porque Jonh tiene permiso para ver una vez más a sus hijos. No discute con Sam por mucho que éste quiera, es amable, y sonríe a sus hijos, manda al pequeño a por un café, y mis dos Winchester favoritos se quedan solos. "Cuida de Sammy. Te quiero, hijo, te quiero. Puse demasiado peso sobre tus hombros. No debí hacerlo, eras un niño. De pequeño, cuando volví de una cacería agotadora y llena de horror me pusiste una mano en el hombro y simplemente dijiste "It's OK, dad" y debería habértelo dicho yo a ti, Dean, debería habértelo dicho yo a ti." Inclina la cabeza, y le dice algo al oído, algo que debe ser sobre el pacto o sobre Sam, no lo sabemos porque no lo hemos oído. Y Dean está mal. Y Jonh se va. Y Sam vuelve con el café y ve a su padre muerto en una habitación vacía al pasar por allí. El vaso cae, el grita un papá lleno de dolor y corre hacia él. Están ellos, los dos hermanos, ante la puerta donde intentan reanimarle y no hay forma. Y ese médico dice "Hora de la muerte 10:41 a.m.". Y no, no te lo crees, no pueden ser tan crueles.
Ahí sí que lloras, lloras porque no es justo, no es justo. Lloras porque después de la muerte de Mary se convirtió en un soldado más que en un padre, porque era más protector con su coche que Dean, porque después de la muerte de Mary solo veía el mal, porque son más fuertes como una familia, porque sigue llevando la alianza y murió con ella. Porque su última decisión no la tomó el soldado ni el marine ni el cazador, la tomo el padre de Dean. Y el padre de Dean, y el padre de Sam, y el esposo de Mary. Y son todos parte de Jonh Winchester, pero el dolor no dejaba que se viesen. Y es bueno, Jonh, aunque a algunos les caiga mal. Es bueno, y lo hizo lo mejor que supo. Y quiso a sus hijos. Siempre los quiso. Y eso es, después de todo, lo único que importa. Que quiere a Dean y quiere a Sam. Que quiere a esos niños que iban en la parte trasera del Impala y que dormían en la misma cama, porque el mayor pensaba proteger siempre al pequeño. Les quiere con una fuerza que duele contemplar. Porque muchos dirán que los Winchester son una familia disfuncional, pero lo que se quieren entre ellos, men, lo que se quieren entre ellos salvará o condenará al mundo. Y eso es algo que yo tengo muy claro.
No quiero saber como afectará eso a Dean y a Sam. No quiero. Pobres niños, huérfanos a las puertas del Apocalipsis y sin poder ejecutar su venganza. Pobres niños tristes. Y pobre Dean, que en serio, le ha pasado de todo y es el que más a sufrido, y el que se va a culpar por la muerte de Jonh. Pobres de nosotros. Pobres.



Me da igual lo que digan, esos tres son una familia maravillosa. Y PUNTO.


PD: THE IMPALA IS COMING!!!

Este coche me hace acelerar...

viernes, 10 de enero de 2014

Hombres de plata y sal

Bueno, todos los que me sigáis en twitter sabréis que estoy comenzando a ver Supernatural. ¿Y de qué va Supernatural? Va de dos hermanos que se meten en un coche mega chulo lleno de armas y se van a buscar a su padre desaparecido, mientras que de camino se cargan a todo monstruo, demonio, fantasma, o bicho raro a secas que van descubriendo. Y hay muchos, no os creáis. Los Winchester han visto más monstruos que lo que hay bajo la falda de Sookie Stackhouse. Y no exagero. Aunque, gracias a todos los cielos, no han visto hada-vampiros mágicos secuestradores que se sienten solos. Y yo digo: "Albricias".
¿Y cuál es el problema? No debería haberlo, ¿verdad? Parece una serie chula, y contiene estirpes malditas con super misiones de las que surgen tíos sarcásticos y divertidos con chaqueta de cuero y talento para ligar. Lo que, como todos sabemos, es algo que a mí me gusta mucho, mucho.

Aysh, bandido, que ojazos tienes.

Pero, ¡oh, el dolor!, ¡oh, el oprobio!, hay una parte mala. ¿Qué se podría hacer cuando dos de las diosas - y no diosas normales, si no que las principales - de tu religión frikinal disienten en un asunto? Algunos diréis que podría probar a elegir yo mi propia opción, y yo os miraré mal porque eso ya lo hago. Mi religión es como el Código de los piratas de Morgan y Bartholomew, unas meras directrices. La decisión final la tomo yo, aunque no lo parezca. Vale, admito que lo raro sería que lo pareciese con mi actitud.
Y claro, ahora pensaréis que entonces no había problema alguno y yo no sabría que deciros, porque sí lo había. ¡Soy nueva en la serie! ¡El tal Castiel no ha aparecido todavía! ¿Cómo sé quién lleva razón?
Y es que, mientras la diosa Magik defiende el destiel y el amor de Dean y Castiel, la diosa Irati defiende el wincest y eso extraño que hay entre los dos hermanos. Claro que yo no quería shippear un incesto, pero es que he leído lo que ella tiene que decir al respecto. Irati. Y convence. ¡No elijo a mis dioses porque sí, son buenos! Irati sería capaz de convencerme de que Lassie y Gus se aman, si quisiese. Y no es que te exponga razones y tú digas: Pos' sí, tiene razón. No, eso sería demasiado fácil. Irati hace poesía con las palabras, Irati es la puñetera reencarnación de Walt Whitman hablando en prosa porque el verso se le hace demasiado fácil para crear belleza. Y lees, y te enamoras de Dean, y de Sam - aunque menos -, y ves una perspectiva romántica y embriagadora a eso de ser un héroe no reconocido que se desliza sobre el asfalto caliente con el maletero lleno de plata y sal tratando de lograr venganza y de acabar con el mal. Es. Un. Hacha.
Me decidí, finalmente, cuando leí Normal, Illinois. Parte I, II, III y IV. ¿Largo? Por favor, Irati no escribe cosas largas. Las cosas largas cuesta leerlas y se hacen pesadas, no te encantan y maravillan. Ella no escribe esas cosas. Cuando acabé, lo tuve claro: no tengo ni puta idea de a quién quiere pasarse por la piedra Dean, pero no es su hermano pequeño. Es decir, Irati lo escribe, y puede pasar en la serie porque es algo muy de Supernatural mezclado con poesía made in Irati que mola más que la poesía normal. Y te encanta. Y ella es del wincest, y te dice que puedes interpretar esa relación como quieras, según el pairing que sigas. Y yo, que ya me había leído otro fic buenísimo suyo acerca del tema en el que no podías elegir, y que me había gustado mucho, no vi wincest hasta la última parte. Y wincest en plan "abrazo". Sólo que esta vez, el "lo abrazó como a un hermano" quiere decir exactamente eso y no lo que quiere decir respecto a Sirius y Remus y su innegable amor.
Vamos, que seáis del pairing que seáis os lo recomiendo muy mucho porque mola un taco.
Pero yo no venía a hablar de esto.
Vale sí.
Pero hay más cosas fuera de mi crisis religiosa sobre esa serie.

Uno de las cosas que más me gustan es el Impala. Un coche antiguo, brillante, pero no brillante como los hacen ahora, si no brillante como si lo hubiesen construido con espejos negros. Tiene asientos de cuero cómodos y desgastados y un maletero que, más que maletero, es un arsenal. Tiene balas de plata, y amuletos que alejan el mal, y estacas, y agua bendita, pero no tiene reproductor de CD. En ese coche se escuchan cosas acorde con su maravillosidad, casetes antiguos con nombres de rock del siglo pasado escritos a mano, metidos en una caja de cartón en la que hay que hurgar para sacar el que quieres. Tiene un volante trenzado, demasiados kilómetros que no aparenta y matrícula de Kansas. Es más que un coche, para los Winchester es lo más cercano a un hogar que poseen. Un Chevy Impala de 1967 que se desliza sobre los asfaltos calientes de todo el país sin que la suciedad del camino ni de los monstruos disminuyan su brillo. Ese coche es la hostia.


Y me gusta que se alojen en moteles cutres con tarjetas de crédito falsas. Y que aunque Dean diga que Sam es el listo de la familia él sea capaz de construir aparatos de alta tecnología con un walkman y que diseñe formas de disparar sal. Me gusta que considere a la familia lo más importante y que 22 años después aun sea capaz de sacar a su hermano de un incendio. Me gusta que considere a su hermano el listo, y que siempre diga que su padre sabría lo que hay que hacer, pero que no sepa darse cuenta de que él es maravilloso. Me gusta que le doliese el que Sam recomendase al niño de los insectos que se fuese a la universidad, y que no pudiese dejar el tema porque él se fue y les dejó solos y aun es algo demasiado doloroso. Me gusta que consiguiese llegar a Lucas, porque él también pasó por eso, y porque también es un niño perdido que tuvo que crecer demasiado pronto en algunos aspectos y en otros se estancó. Me gusta que, por mucho que quiera a su hermano, le ponga violentamente contra la estructura de un puente porque NADIE, NADIE, ni siquiera su familia, va a decir el nombre de Mary Winchester en vano sin que él le de una paliza. Me gusta que tenga miedo a los aviones y tataree Metallica para relajarse. Me gusta que gane dinero en apuestas al billar y timbas de póquer. Y se suponía que esto no iba a ir solo de Dean, pero es que Dean es increíble y yo le quiero mucho.

Mirad que morritos pone... Sí que eres adorable, Dean, sí que lo eres.

Y bueno, los misterios están genial, mezclan mitología y religión con el folclore clásico americano, como Bloody Mary o Hookman -no, no el Capitán garfio ni el Gran Orco Garfio, esos son otros-. El episodio de Bloody Mary me inquietó un poco, aunque yo no dejé de decirles que no hiciesen el lelo, que cogiesen un rotulador permanente y acabasen de escribir el nombre en el espejo, que fue lo que se dejó a medias en vida y lo que le mantiene allí. Pero que le vamos a hacer, necesitaban hacer el lelo para revelarnos que Sam tiene poderes, cosa que NO me gusta. Nada. De nada. ¡La serie mola como está! ¿Por qué tienen que meternos ahora que Sam es el segundo hijo de Dios o el anticristo o algo por el estilo?

"¿Qué tengo superpoderes? Que estupidez, el que no parece humano con lo que mola es mi hermano." Lo sabemos, Sam, lo sabemos. Son ellos los que dudan. Si te consuela, eres mono y caes bien.

Pero, aunque tema un poco como va a desembocar todo el asunto de los superpoderes de Sam, yo seguiré viendo la serie, al menos por ahora. Porque quiero acabar Once Upon a Time antes de seguir con Psych. Y me da miedo continuar con ella porque Neal despreció a su padre y Bella está amnésica y no quiero que Rumple sufra lo más mínimo. Y lo va a hacer. Y no estoy lista para ver eso. Y Dean es mono. ¡Así que todo va bien! =D :3

¡Muerde el boli! ¡Cómo yo! Y, por los dioses antiguos y nuevos, esta imagen me hará soñar cosas bonitas por las que Hookman me asesinaría.

domingo, 5 de enero de 2014

Bodas

Bueno, se suponía que esto era una comedia romántica. Se suponía. Porque no lo es. Hay una boda, pero apenas tiene humor. Me dejé llevar por el drama. También, es que una boda de conveniencia no es divertida.
...
En todo caso, no es que me convenza mucho, sobretodo el final, pero os presento la boda de Kenneth y Ariadne - no, no la he escrito mal, es con Kenneth, pero confiad en mí -. Dedicado especialmente a esta foto:



Que después de todo, en gran parte es la culpable de que estéis leyendo esto. Lo digo sin miedo porque no seríais capaz de linchar a alguien tan mono como a Martin Freeman, ni a alguien tan sherlockniano como Benedict Cumberbatch.





Bodas.



Se sentía verdaderamente incómodo.
Kenneth ajustó de nuevo la pajarita, pero sabía que no era por eso. No, su incomodidad no tenía nada, absolutamente nada, que ver con la ropa. Aunque esta no ayudase.
Llevaba un chaqué clásico, con un chaleco de color claro y una pajarita. Nunca había tenido problemas con la ropa elegante, pero en esa ocasión… Se sentía ridículo.
Le quedaba bien, por supuesto, pero se disponía a salir a la catedral de los ladrones, oculta en las entrañas de Lyon, y a la que la gente consideraba la mayor obra arquitectónica jamás construida. Y lo haría para colocarse al lado de Ariadne. Podía recubrirse de oro, y seguiría pareciendo pequeño e insignificante al lado de ambas.
Por supuesto, no era eso lo que le molestaba, realmente. El sentirse menos que Ariadne era algo que había asumido. Era algo global. Y la catedral, era la catedral. Ni el mayor de los ególatras podría considerarse por encima de algo tan hermoso.
El problema, era lo que había pasado esa noche.
Había pasado poco más de una semana desde entonces, y no sabía muy bien si le había parecido una eternidad o unos segundos.
No había tenido una despedida de soltero, propiamente dicha. No había ido a un local de strepteasse, ni a las Vegas, ni a ningún lugar que saliese en las películas. Sólo había sido una pequeña cena.
Después de todo, sólo había invitado a una persona. Su familia estaba ansiosa por ir, por relacionarse con gente de mayor estatus social y medrar, pero él se sentía demasiado cansado como para concederles ese estúpido capricho. Dijo que no la celebraría, ellos tuvieron que fastidiarse, e invitó a Álvaro a un restaurante.
Ambos cenaron, rieron, y se lo pasaron bien, pero no estaban del todo cómodos. Por una parte, Álvaro consideraba a Ariadne como a una hija, y sabía que detestaba la idea de la boda, por lo que no podía sentirse cómodo en su compañía.
Y después… Después estaba esa tensión. Entre ellos, con el paso de los años, había ido creciendo cada vez más y más. Kenneth no estaba del todo seguro de lo que significaba, no quería preguntárselo a sí mismo, no quería saberlo. Lo único que sabía es que, cuando se concentraba demasiado en su cercanía, sus manos temblaban, el corazón comenzaba a latirle desbocado, la boca se le secaba, le faltaba el aire, se sentía ligeramente mareado y tenía ganas de llorar sin tener ningún motivo ni comprender el porqué.
Y esa noche… Esa noche estaba muy cansado, y quería olvidar esa tensión.
Puede que… No, puede no era el verbo correcto para lo que había acontecido. Era una certeza. Habían bebido demasiado. Era un buen vino, de una cosecha excelente, combinaba a la perfección con lo que habían pedido y ambos estaban incómodos. ¿No era una increíble colección de casualidades? Y gracias al alcohol, todo carecía de sentido. La boda, principalmente. Todas las razones que uno hubiese esgrimido eran realmente absurdas. Y su pelo estaba tan bien esa noche…
Hay una enorme laguna en su mente, entre las copas y la charla, y el estar en el piso de Álvaro – realmente desordenado, por cierto –. Besándose. No era un beso especialmente hábil, a decir verdad. Era lento, empalagoso, sabía a vino y a la tarta de fresas que habían tomado de postre. Kenneth estaba convencido de que cualquier mujer – u hombre, o ser con un mínimo de gusto por el sexo masculino – lo había hecho mejor de lo que lo hacía él.
Pero no importaba.
¿Cómo iba a importar realmente en ese momento? ¿Cómo iba a importar cuando era Álvaro, y su pelo, y su piel, y sus labios, y su olor, y los sonidos guturales que surgían de su garganta o pecho o de donde quiera que saliesen, y sus manos, y su nariz chocando ligeramente con la suya, y sus cuerpos en contacto, y esa especie de corriente eléctrica que le recorría de cabo a rabo y le hacía querer llorar, esta vez de clara frustración, porque era demasiado y muy poco y quería más pero no y era Álvaro? ¿Cómo?
Y acabaron, lógicamente, en el dormitorio. Trastabillando, botones saliendo de los ojales, hebillas de cinturones desabrochándose, más besos, susurros que ninguno entendía, manos aflojando corbatas, caricias en la piel, el pelo, la ropa, en todas partes, olores embriagantes y la certeza de cómo iba a acabar todo.
Y la certeza, como también era lógico por propia definición, era correcta.
A la mañana siguiente sentía que la cabeza le iba a explotar. Sentía ganas de morirse. De no salir de esa cama. De llorar. De cancelar la boda. De huir a las Bahamas. De aferrarse a él y no irse.
No habían hablado desde esa incómoda mañana.
La pregunta muda.
Su respuesta clara.
Había boda.
Por supuesto que había boda.
¿Qué diría su abuela si no la hubiese?
La habría.
La estaba habiendo.
Comenzaría en unos minutos.
Y él estaría allí.
Y sería imposible no verle.
Imposible.
Porque se sentaba en su mesa.
Porque siempre le buscaba con la mirada.
Porque era imposible no reparar en la presencia de Álvaro Torres.
Y seguía sintiéndolo.
Sus labios, torpes por el vino. Suaves, cálidos, lentos, carnosos, con un roce que te hacía tocar el cielo con la punta de los dedos.
La fricción de su piel perfecta y aterciopelada contra la suya.
Su olor masculino y embriagante.
Esa corriente eléctrica que había recorrido su cuerpo con un chasquido al enredar la mano en su pelo.
Por supuesto que lo sentía.
Por supuesto que no debía.
Se casaba en unos minutos y no es que pensase en otra, es que pensaba en otro. En alguien a quien su futura esposa apreciaba sinceramente.
Se asqueaba a sí mismo.

¤

Todos parecían expectantes. Bueno, todos los que no conocían realmente a los novios. Los que les conocían parecían tristes, como si se sintiesen mal por el futuro matrimonio.
No tenían ni puta idea de lo que era sentirse mal.
Se había acostado con el novio.
Con dos cojones.
Se sentía TAN Ana de Bolena…
Dios, si hasta las nacionalidades de los novios concordaban.
Pero su dolor no se refería sólo a su orgullo herido – ni a su corazón roto –, se refería a algo mucho más complicado.
¿Qué pasaría si se lo dijese a Ariadne?
Se trataba de Ariadne, era completamente impredecible, podría incluso escribir una ópera al respecto y no estaría sorprendido realmente.
Podía ser que se enfadase. Que se enfadase mucho. Que le gritase. Que la aporrease con el ramo como en las películas. Que rompiese a llorar. Que le odiase por el ridículo, la vergüenza, y sobretodo la traición.
Podía ser que se desmayase por la sorpresa.
Podía ser que no le importase.
Podía ser que montase un espectáculo y aporrease con el ramo a Kenneth por cabrón infiel.
Podía ser que montase el espectáculo para escaquearse del matrimonio.
También podía ser que les pegase un tiro a los dos.
A decir verdad, la penúltima opción era la que más le dividía.
Si se lo contaba, si ella lo utilizaba para dejar atrás ese matrimonio, todo iría bien. Es decir, ella estaría con Deker, que era lo que quería. Y él… Él… A decir verdad, él, en ese preciso momento, se importaba una mierda a sí mismo. No pensaba dirigirle la palabra a Kenneth en mucho tiempo, eso lo tenía claro. Tampoco pensaba responder a las ligeras y casi invisibles insinuaciones de Felipe. ¿Después de lo de Valeria y todas las mujeres de las que su “amigo” se había enamorado a lo largo de los años en cuanto empezaban a avanzar? No, gracias. Claro que volver a su vida de antes, de mero ligoteo sin sentimientos, se le antojaba imposible y le provocaba una enorme pereza, junto con ganas de tirarse por un puente. Por otro lado, la idea de acabar rodeado de gatos no le parecía demasiado divertida. En todo caso, él no importaba.
Importaba Ariadne. Incluso un poco Kenneth. Poco.
Miró a su alrededor, fingiendo apreciar la estructura del lugar. Deker no estaba allí.
Oh.
Mal asunto.
Aunque claro, ¿cómo iba a estar?
Sacó el móvil maravillándose de esa perfecta estructura que la catedral. Estaban a kilómetros bajo tierra, y había Wifi. Increíble.
¿Se invita al amor de tu vida a tu boda con otro?
Por desgracia, incluso el todopoderoso dios Google carecía de respuestas. Había una pregunta en un foro sobre ir a la boda de tu ex, un enlace a la página web de Águila Roja, y artículos femeninos sobre ex-novios, amor, y sueños. Nada que pudiese serle útil.
Por una parte, que él hubiese aparecido habría sido completamente descarado por parte suya y de Ariadne.
Por otra, también significaba distanciamiento entre ambos.
Conclusión: lo mejor es casarse por amor, ahorra problemas logísticos.

¤

El cigarrillo sabía amargo en su boca.
Por supuesto, no era culpa del cigarrillo, si no de la situación.
En ese mismo momento, estaría comenzando la boda. Ariadne estaría preciosa vestida de novia, mientras se casaba con Murray.
Que asco le daba ese tío.
En realidad, lo único que quería era desaparecer. Quería fundirse lentamente con la cama y dejar de existir.
Sin dramas. Sin llantos. Sin pruebas.
Bueno, eso, y pegar una paliza a Murray. Con una silla. O una porra. O algún instrumento de tortura. De algo le tenía que servir el horrendo entrenamiento que había recibido, ¿no?
Pero, como no podía hacer ninguna de las dos cosas, fumaba. Llevaba ya media caja de cigarrillos y se sentía sinceramente enfermo. Aunque sinceramente, prefería con mucho ese tipo de malestar.
Sabía que no debía. De verdad que sí. Pero, de todos modos, en lo que llevaban de mañana había cedido cinco veces. Y eran las once. Se había despertado a las diez y media.
Cogió la fotografía que tenía sobre su mesilla, y la desdobló otra vez.
En ella, Ariadne le sonreía. Estaban en el paseo marítimo de Niza, una mañana algo fría de Marzo en la que el viento les despeinaba y se respiraba tranquilidad, alejados de le época turística.
Era media mañana y acababan de salir de su habitación en el hotel Negresco. La noche anterior no habían dormido hasta muy tarde, y ella parecía algo adormilada todavía. Se había recogido el pelo húmedo en dos trenzas despeinadas por el viento y que caían sobre sus hombros, cubiertos por una camiseta amplia de un color suave. Sus ojos brillaban y sonreía de forma suave, cálida y familiar, con el mar de fondo y un cielo cubierto por las nubes. La fotografía era una gama de colores suaves, grisáceos y brumosos. La había sacado con una cámara polaroid que ella misma le había regalado por su cumpleaños, de esas que sacaban la fotografía al instante por una ranura. Tenía algunas gotas de lluvia, porque poco después había comenzado a llover, y ellos habían tenido que correr al hotel. Habían pasado varios meses, y el ambiente entre ellos era distinto, extraño. Una mezcla de “la boda se acerca, falta poco” y de “aun tenemos tiempo, aun queda tiempo” que había resultado en desastre. Pero en esas pequeñas vacaciones no. Fueron unas buenas vacaciones, después de todo. Y estuvieron juntos. Eso era importante.
Los cuatro cuadrados en los que se dividía la foto por haberla doblado para meterla en su cartera, la gama de colores, las gotas de lluvia. Todo eso le daba un aspecto antiguo, viejo, apagado. Había pasado poco tiempo, pero éste era relativo, después de todo. En ese mismo momento, puede que Ariadne estuviese dando el sí quiero. Eso les distanciaba más de esa fotografía que varias décadas.

¤

Tenía la mirada perdida en el espejo.
Estaban haciendo los últimos arreglos a su vestido de novia, murmurando incansables lo guapa que estaba, lo bonita que era la boda, y demás felicitaciones.
Era como si no estuviese allí. Como si lo estuviese viendo desde fuera para no sentir emociones.
El vestido era una preciosidad. Una preciosidad increíblemente alejada de ella. Tanta tela, esa cola larguísima, las docenas de adornos que lo cubrían… Era el vestido que todos esperan de una boda real. Y cuanto más lo pensaba, más ganas tenía de arrancárselo y salir de allí.
-Estás preciosa.
Ariadne se giró hacia Tania, que le sonreía cogiendo su mano con delicadeza. Se esforzó en devolverle la sonrisa.
-Gracias.
Obviamente, Tania sabía que no le importaba en absoluto, que no estaba bien, y que daría lo que fuese por salir de ahí, pero no dijo nada al respecto y actuó como si todo fuese felicidad.
No sabía como le habían dado el papel de Doña Inés, con lo mal que actuaba.
-Princesa – dijo una de las primas de Kenneth – es la hora.
Ariadne suspiró, asintió con seriedad y bajó de la banqueta, mientras todas las desconocidas que actuaban como si fuesen sus mejores amigas colocaban bien la cola y el velo. Aceptó el ramo que Tania le tendía y cogió aire.
Las puertas se abrieron, mientras la clásica y manida música de las bodas llenaba la catedral. Su tío colocó sus brazos con delicadeza y ambos avanzaron por el larguísimo pasillo. Cada paso era una tortura, y no precisamente por los tacones.
Kenneth esperaba, nervioso e inseguro, delante del altar. ¿Dónde estaba María Luisa? Ariadne se encogió de hombros mentalmente. Cada segundo en el que no tenía que ver a esa mujer era un maravilloso regalo, aunque, teniendo en cuenta que esa boda era su culpa, podría haber aparecido.
Ese tipo de ceremonias las oficiaba el rey, es decir, su tío, puesto que con ella iba incluida la coronación de ambos como reyes. Aparte de eso, era bastante parecida a la tradicional.
-Y, por supuesto, si un ladrón se opone a esta unión, deberá hablar ahora, o callar para siempre y obedecer a sus reyes.
Hubo unos instantes de silencio, y entonces, un móvil comenzó a sonar.
Un murmullo recorrió la catedral, mientras su tío arqueaba una ceja.
-Bueno, que alguien lo coja y veremos si es una señal divina.
Hubo algunas risas, mientras uno de sus primos le pasaba a Kenneth su móvil. Éste, rojo como un tomate, descolgó tartamudeando, antes de quedarse blanco como el papel.
-Mi… Mi abuela está en el hospital en medio de una operación de urgencia.
-¿Que qué?
-Le ha dado un ataque cardíaco.

Kenneth y algunos de sus familiares habían corrido al hospital, mientras que otros se habían quedado para acosarla sobre que podían volver a planear la boda. Ni siquiera sus miradas de princesa de hielo podían alejar a esas aves de rapiña.
El resto de invitados se había pasado por allí para dar el consabido consuelo y alabar su vestido de novia, pero ahora disfrutaban del convite, que no habían cancelado para no armar un escándalo.
Ella apenas había comido, y parecía la viva imagen de la prometida afligida, mirando el móvil como si esperase una llamada. En realidad, estaba mirando fotografías.
Tenía muy pocas, la verdad, pero la que estaba mirando bastaba. Se la había sacado a escondidas, para meterse un poco con él. Llevaba una camiseta vieja, y no se había molestado en ponerse unos pantalones de pijama. Estaba sentado, mirando por la ventana abierta mientras se fumaba un cigarrillo. No tenía mucha calidad, pero era suficiente.
No creía poder volver a pasar por eso de nuevo. Volver a ponerse ese vestido de novia, que se había quitado nada más llegar, como tenía planeado, sustituyéndolo por un elegante vestido de fiesta mucho más cómodo. Volver a salir a la catedral. Volver a escuchar todo el discurso. Decir que sí.
Era demasiado duro, y ella se sentía más cansada de lo que lo había estado nunca.
A esas horas, él estaría en su piso de Londres. No planeaban volver a verse nunca más.
Habían discutido por última vez hacía una semana, y no estaba dispuesta a que todo se complicase aun más. No podía hacerle eso, no podía permitir que le viese con otro hombre, simplemente no podía.
Y, la verdad, tampoco podía hacerse eso a sí misma.
Iba a cerrar el móvil, cuando este sonó. Una fotografía de Kenneth aparecía en pantalla.

¤
-María Luisa está muerta – comentó como si nada.
Él asintió, sentándose a su lado.
Estaban sentados en el borde de la fuente que coronaba ese pequeño jardín. El restaurante lo alquilaba como escenario para fotografías. Era bastante bonito.
-¿Cómo está? – preguntó, reprochándose a sí mismo que le importase lo más mínimo como se sintiese Kenneth.
-En shock – ella acarició el móvil con el pulgar, absorta en sus pensamientos –. Ha cancelado la boda. Dice que estoy libre del compromiso.
-¿Y?
-No lo sé. Puede que lo diga por el dolor, puede que los cabrones de sus familiares le convenzan para ello.
-Lo dudo, no quiere casarse contigo, Ariadne.
-Eso espero. Vosotros sois amigos, ¿qué crees que va a pasar?
-No lo sé – admitió –, es un tema complicado.
-Sé que lo sabes.
-¿El qué?
-Que sé que estás ocultando algo.
Álvaro se pasó la mano por el pelo, con un suspiro.
-No sé como decirte esto. Es decir, puedes reaccionar de mil maneras diferentes, y no te haces idea de lo mal que me siento.
-Porque…
-Me he acostado con Kenneth.
-¿Perdón? – preguntó sorprendida, alzando por fin la cabeza para mirarle a los ojos.
-Lo siento, de verdad, lo siento mucho. Estábamos borrachos y… Y no sabía si me ibas a odiar, o si ibas a cancelar el matrimonio, o si te daría igual…
-¿Con Kenneth? ¿En serio? ¿De verdad te gusta?
Álvaro dejó caer la cabeza hacia atrás en un suspiro.
-Me odio a mí mismo.
-No te ofendas, pero deberías dedicarte a las mujeres, siempre que eliges a un hombre es el peor de todos.
-Me lo he planteado, no te creas.
-¿Y qué pasó?
-Apenas entendí lo que dijo mientras recuperaba su ropa, pero el mensaje estaba claro: había boda.
-Que cabrón.
-¿Me lo dices o me lo cuentas?
-¿Y qué vas a hacer ahora?
-Me siento dividido entre que raza de gato debería elegir.
Ella se rió.
-En el fondo es un buen chico. Pero sin carácter.
-Lo sé.
-Perdónale, aunque sea sólo para que yo pueda ver las caras de su familia.
Ambos estallaron en carcajadas.
-Fliparían mucho, ¿verdad?
-Habría más ataques al corazón en el seno de la familia Murray.
-Entonces vale. Todo sea por una buena causa.
-Pero hazle sufrir un poquito antes.
-Completamente de acuerdo – quedaron en silencio unos segundos –. ¿Y tú?
-¿Yo? No lo sé. Deker y yo discutimos antes de… – hizo un gesto abarcando la situación.
-Estoy seguro de que cuando se entere de esto, se le olvidará ese detalle.
-Es complicado, Álvaro. Es un Benavente. ¿Crees de verdad que esta gente se olvidará de ese detalle?
-No les invites a la boda, te ahorrarás una buena cantidad. La alta nobleza de los ladrones come como una lapa.

¤

Era una boda sencilla. Se habrían casado directamente por el juzgado, pero esa iglesia tenía unas tallas del período barroco verdaderamente increíbles. Y después de todo, la novia elige.
Deker llevaba un chaqué clásico que le quedaba como un guante y el pelo peinado hacia atrás. Lo llevaba todo con una naturalidad pasmosa que le hacía parecer un modelo, un actor, o ago por el estilo.
Ariadne llevaba un vestido mucho más acorde con su personalidad que en esa primera boda/no-boda interrumpida. Un vestido de novia vintage hasta el suelo en color crema, con encaje sutil y amplias mangas de tul de seda acabadas en puños con poca pedrería.
Había sido una boda polémica, que había conllevado cuatro meses de papeleo, de llamadas a abogados, de reuniones, de debates, de lecturas de antiguos códigos de los ladrones, de acuerdos prematrimoniales y de demás cosas difíciles de comprender. El resultado final: Deker no era rey, ni siquiera consorte, y sus hijos deberían contar con la aprobación del Consejo para poder reinar.
El primero ya estaba en la boda.
Tania tenía en brazos al pequeño Brandon – con múltiples incomodidades, provocadas seguramente por su embarazo de seis meses, gemelas, además – perfectamente vestido y arreglado para la ocasión. Éste no paraba de preguntar donde estaban sus padres y de intentar escaparse para ir a jugar fuera.
Finalmente, viendo que iba a ser imposible, Tania optó por encasquetarle el niño a Álvaro y a Kenneth, con la excusa de que ella tenía que estar en el altar como madrina.
La balada nupcial había sido sustituida por Time after time por cortesía del padrino, lo que le conllevó la mirada sorprendida de ambos novios. Jero se puso a silbar la melodía fingiendo prestar atención a las cristaleras. Nunca confesó como sabía que esa era su canción.
Y, por supuesto, nadie interrumpió la ceremonia, por lo que sí hubo boda. Posteriormente, Deker confesaría que había tenido la esperanza de que sonase para decirle que su abuelo había muerto, pero que nada era perfecto.