lunes, 31 de marzo de 2014

Alanis: Capítulo 4

Bueno, pues casi una semana de retraso y tal, pero ya he conseguido que el capítulo cuatro quede decente. La solución era muy sencilla: hacer que Álvaro narrase todo el capítulo.
Sí, no hay punto de vista de Deker. Ni de Ariadne. Derrapaban todos mucho y quedaba ridículo.
Bueno, es un mero capítulo de transición, pero tiene dimensiones alternativas. Ya sabéis como va lo del efecto mariposa, ¿no? Cada pequeña decisión crea cambios inabarcables...




4. De monólogos, plantones y visitas inesperadas.


(Advertencia: En el transcurso de este capítulo aparecerán realidades alternativas, porque un caldero mágico me pareció demasiado poco y yo flipo a lo grande.)

-Déjame, Mateo.
-Álvaro, yo no soy médico, pero te aseguro que esto no es sano.
Él soltó un gemidito.
-Él sí era médico…
-Oh… Bueno, mira, no estamos en un capítulo de Sexo en Nueva York, ¡levántate y afronta la vida!
-La vida es un lugar oscuro y propenso a la ironía que siempre te deja mal sabor de boca. Afrontarla es sólo retrasar lo inevitable.
-… Eres una Drama Queen de la leche.
-Él me quería, Mateo. Y yo lo eché a perder todo.
-Se ha ido una temporada, no ha sido un para siempre.
-Dios, le dio tiempo a subirlo a YouTube, ¿verdad?
-Tim ya se ha encargado de hacerlo desaparecer – le prometió.
Álvaro gimió dándose la vuelta en el sofá para hundir su cara en los almohadones.
-Álvaro, por favor, levántate de una vez.
-No quiero. No quiero levantarme y tener que vivir con que soy tan estúpido.
-¡Quedarte en el sofá en bata y comer helado no te ayudará!
-Lo sé… – hundió más la cabeza.
Mateo suspiró, sin saber que hacer al respecto.
-Deberías pensar en algo más importante.
-¿Como qué?
-¿Has decidido ya que vas hacer con el caldero?
Alzó la cabeza, por fin, y miró con incertidumbre el caldero, que brillaba con una luz rosada y cálida.
-No…
-Pues hazlo. Centrarse en los hijos ayuda, Álvaro, de verdad.
Los ojos de su mejor amigo adquirieron ese brillo extraño y melancólico, que solían tener cuando se perdía en el recuerdo de Elena.
Álvaro se sintió momentáneamente mal al comportarse así, mientras su amigo seguía irremediablemente enamorado de su mujer.
-¿Qué se supone que hay que hacer?
Mateo sonrió, y Álvaro, conteniendo un suspiro, se dispuso a internarse en la peculiar y aterradora aventura de la paternidad.

El caldero brillaba con su habitual luz rosada.
Álvaro le sostuvo la mirada.
Bueno, el caldero no tenía ojos con los que mirarle, pero él se entendía. Más o menos.
Se aclaró la garganta y abrió la boca para hablar, pero la cerró un instante después.
-Esto es ridículo.
Era ya la quinta vez que lo repetía.
No hubo ningún cambio.
-Mira, no sé si me estás oyendo, o estoy hablando solo, pero en el librillo es que Mateo me ha obligado a leer dice que tengo que hablarte así que… Pues eso estoy haciendo.
Se preguntó que se le decía a un feto metido en un caldero mágico.
Eso no lo aclaraba en el libro.
-Y… ¿Eres niño o niña?
No hubo contestación.
Obviamente.
-Esto va a ser un monólogo, ¿no? Vale, como quieras. Bien – volvió a aclararse la garganta –. … Me llamó Álvaro Torres, y yo soy tu padre.
»Si hubieses visto Star Wars entenderías la referencia, pero da igual.
»Verás, no tengo muy claro cuál es tu otro padre, pero las opciones se reducen a dos, así que estoy mejor que algunas mujeres. Un magro consuelo, pero debo buscarlos. Es que últimamente siento ganas de meter la cabeza en el horno más de lo que debería y es algo preocupante. Así que los busco. Y tal. En todo caso dudo sobre dos hombres. Uno es idiota y otro me ha dejado plantado en un aeropuerto. Si hubieses visto alguna comedia romántica comprenderías lo triste que es eso, así que casi mejor que no lo hayas hecho.
»Uno se llama Felipe y tenemos una historia… Complicada. Bastante complicada. Increíblemente complicada. Amor adolescente y esas cosas. No lo superé en años. Algo que comprenderás con el tiempo es que tu padre es un sentimental bastante extremista. Y tonto como una piedra. Lo tengo asumido.
»El otro se llama Kenneth y le quiero. Me di cuenta tarde. Se supone que volverá cuando nazcas, así que te agradecería que fueses suyo.
»…
»Ridículo.
El timbre cortó su monólogo y él suspiró aliviado, metiendo el caldero en el pequeño armario que había comprado para ello.
-Álvaro, ¿podemos hablar?
Volvió a suspirar, esta vez con pesadez.
-Pasa, Gerardo.
El hombre entró sin perder el gesto serio.
-Supongo que sabes para que vengo.
-Sí. Sé que soy un asesino y que el caldero pertenece a los ladrones, pero no pienso dejar que te lo lleves. Siento que hayas tenido que venir hasta aquí, si hubieses llamado antes te lo habría aclarado.
-No vengo por eso – puso los ojos en blanco –. Vengo por Felipe.
-¿Desde cuando eres la Celestina?
-Creo que ha sido suficiente, Álvaro. Felipe ha entendido que estás enfadado y que hizo mal. ¿Cuándo vas a acabar con esto?
-¿Con qué?
-Perdónale de una vez. Olvida a Murray y cerrad este asunto. Lleváis años con este juego y ya ha pasado de castaño oscuro.
-El juego ha acabado – afirmó con algo de dureza –. Yo ya he elegido.
-Y Murray se ha vuelto a Inglaterra.
-Eso no cambia nada – apretó los dientes, molesto porque le recordasen eso de forma tan cruel.
-¡Claro que lo cambia! Lo cambia todo, Álvaro.
-¿No lo entiendes? He pasado página, he olvidado a Felipe, ya no siento nada.
-Por favor, ¡siempre has estado enamorado de él!
-¡Pues ya iba siendo hora de que lo superase!
-¿Se puede saber que te ha pasado con Murray?
-Que le quiero. Simple y llanamente. Le quiero. Y sí, él se ha vuelto a Inglaterra y me ha dejado con un palmo de narices, pero eso no cambia nada. Le quiero.
-No lo comprendo – negó con la cabeza –. Después de todo lo que pasó entre vosotros…
-Las cosas se acaban.
-Cuando es de verdad no – replicó –. Nunca.
Álvaro se preguntó que habría pasado y que opacaba los ojos del hombre, que parecían perdidos en algún recuerdo, inundados por la melancolía.
-Fue de verdad – le aseguró –. Te juro que fue de verdad, pero las cosas han cambiado. Y no es culpa de Kenneth. Ni Felipe ni yo somos los mismos que hace quince años. La persona que quería a Felipe ya no está y tampoco lo está él. Kenneth sólo ha sido el detonante.
-Parece un alma en pena. Él te quiere, Álvaro.
-¿Cómo, si no me conoce? Han pasado quince años. Y no ha habido ni quince conversaciones. Lo superará, siempre lo supera.
Él suspiró.
-No hay nada que pueda hacer, entonces – no era una pregunta.
-Ha sido un placer verte, Gerardo.
-Sé dónde está la puerta.
Mientras él desaparecía, Álvaro tuvo claro que su relación con su viejo mentor no volvería a ser la misma.

(Tres meses después)

Miraba alternativamente del teléfono al pequeño armario, tratando de decidirse.
Quería hablar con Kenneth. Lo necesitaba. Pero coger el auricular le daba auténtico pánico y ganas de coger el caldero.
Lo encontraba extrañamente reconfortante, tan cálido, calmado, con ese débil brillo rosa… Por raro que sonase, le ayudaba a desconectar de todas las tensiones. Y eran muchas.
Acabó por cogerlo con delicadeza y colocarlo encima de la mesa.
-Hola, pequeño. O pequeña. Me vendría bastante bien saber si eres niño o niña, ¿sabes? Supongo que tendría que esperar un mes, aunque pudiese saberlo.
»Me muero de ganas de hablar con tu padre, pero no sé si debo llamarle.
»Es decir, ¿y si no quiere saber nada de esto? ¿Y si está feliz y tranquilo en Londres y considera que, fríamente, todo esto es un error? Es mucho de eso, ¿sabes? De pensarlo todo una y otra vez. Si tienes suerte lo sacarás de él y te ahorrarás mis problemas. Bueno, eso y su cerebro. Pero físicamente puedes parecerte a mí todo lo que quieras, serías muy mono.
Suspiró con pesadez, mirando de nuevo el teléfono.
-Que coño, no pienso dejar que se olvide mientras yo estoy aquí muriéndome del asco como si fuese la protagonista de una novelilla romántica – cogió el móvil –. ¿Quieres oír su voz, pequeño? Porque yo lo necesito enormemente.
»No eres muy hablador, ¿eh?
Marcó su número – por patético que sonase, lo tenía grabado en la mente y podría recitarlo hasta dormido –, aunque experimentó un leve temblor en el último dígito.
-¿Álvaro?
La voz resonó en el salón.
-Hola, Kenneth.
-¿Ha pasado algo?
-No, tranquilo. Me dijiste que te llamase de vez en cuando, ¿recuerdas?
-Han pasado tres meses.
-He perdido el móvil.
-¿Es la mejor excusa que se te ocurre?
-Seguramente no, pero no me la he pensado demasiado.
-Creí que estabas… Molesto, por el incidente del aeropuerto.
-No realmente – suspiró –. Dolido en el orgullo sí, claro, pero no molesto.
-¿En el orgullo?
-Me rechazaste públicamente después de que confesase mis sentimientos. No fue mi punto álgido en materia de autoestima, precisamente. Pero no estaba molesto. Dijiste que necesitabas tiempo para pensar. Yo también lo necesité.
-Supongo.
Hubo unos instantes de silencio.
-¿Y cómo va todo por Camelot?
Kenneth hizo un sonido de frustración al otro lado de la línea.
-¿Tienes que referirte a ella siempre como la pérfida Albión, o Camelot, o Tudorlandia?
-Ese sólo lo usé una vez – se defendió.
Interpretó su suspiro como resignación.
-No muy bien, que digamos. Mi familia no se muestra excesivamente comprensiva.
-¿Vas a volver, entonces?
Volvió a hacerse el silencio.
-No – respondió por fin –. Todavía no.
-Ah.
-¿Y cómo va…? Lo que tú ya sabes.
-Lo estoy mirando ahora mismo.
-¿Y?
-Está bien. Sigue brillando con esa luz rosa y no ha perdido calor.
-Me alegro.
Su voz sonaba sincera, pero se percibía algo extraño al final. Álvaro decidió omitirlo, tratando de olvidar toda posibilidad, velada en él, de que lo que crecía en ese caldero pudiese ser de Felipe.
-A decir verdad, no sé muy bien si será posible hacerle una ecografía o algo para saber si es niño o niña.
-Aun faltaría un mes.
-Pero para pintar el cuarto me sería muy útil.
-¿Ya estás pintando el cuarto?
-No es que tenga mucho que hacer últimamente.
-Álvaro…
-¿Sí?
-Nada. Da igual.
El silencio volvió a anegar la línea.
-Te hecho de menos.
Kenneth contuvo la respiración de forma obvia.
-Yo… Álvaro, yo…
-No es necesario – le aseguró al notar sus dificultades –. No es necesario que respondas. Sea la respuesta que sea, sólo… Necesitaba decírtelo.
-Yo también de hecho de menos.
Las palabras parecían haber salido a borbotones de sus labios. Eso le hizo sonreír.
-Por egoísta que pueda sonar, me alegra.
-Ya, a mí también.
-Si cambias de opinión y decides volver, puedes pasarte por aquí – le ofreció.
-Gracias, pero es poco probable. Tengo que colgar.
-Claro, adiós.
-Adiós.
Los pitidos del teléfono resonaron hasta que apagó el manos-libres.
-¿Tú que opinas?
El caldero continuó brillando sin ningún cambio.
-Ya, eso pensaba yo también.
»A papi le han vuelto a dar plantón. Y por teléfono.
»Al menos nadie subirá éste a YouTube.

-Empiezo a sentirme como una vieja de esas que charlan con sus gatos – confesó mientras preparaba las palomitas –. Pero a decir verdad, me gusta. Es cómodo eso de tener a alguien con quien hablar después de volver a casa.
»Sobretodo si has tenido un juicio de horas contra Mónica.
»Odio tanto a esa mujer… Es una absurda presuntuosa y creída que se considera lo mejor de lo mejor, cuando en realidad, lo único que quiere es vengarse mí por no haberla llamado después de nuestra noche juntos.
»Y sólo consigue alargarlos, ¡ni siquiera me ha ganado una vez!
»Y mi cliente sacó cuatro millones con esa estafa, de la que había pruebas físicas.
»Una inútil.
El caldero seguía brillando sobre la mesa de la salita, sin dar muestras de entender lo que le estaba diciendo.
-Y ahora, lo más importante. ¿Indiana Jones 3 o 4?
»Porque la tercera tiene el cómo empezó todo, y esas cosas me tiran mucho, pero la cuarta tiene relación paterno filial y pega más con la situación.
»Pero en la tercera también la tiene porque sale el padre, que molaba bastante.
»Pero en la cuarta salen extraterrestres arqueólogos, y eso me hace revolcarme por el suelo de risa.
»Pero en la tercera sale el Santo Grial, y combina bastante con nuestros últimos maratones de Merlín.
»Pero en la cuarta Indi encuentra el amor verdadero de nuevo y se casa.
»…
»La tercera.
Una vez tomada esa decisión, puso las palomitas en un bol y cogió una botella de CocaCola de dos litros.
-Pues allá vamos, pequeño.
»Te va a encantar, te lo juro.
Sonó el timbre.
-Que oportuna es la gente – se quejó dejando las cosas sobre la mesa y yendo a abrir –. ¿¡Tú!?
-Hola, Álvaro.
Felipe Navarro le miraba con serenidad desde el rellano.
Álvaro le cerró la puerta en las narices. Y volvió a abrir.
-Forzarías la cerradura en menos de un minuto.
-Sí.
-Largo de mi casa.
-Por favor, Álvaro, no vengo a lo que tú crees.
-¿Y a qué vienes?
-¿Me dejas pasar?
Parecía estar al borde de la suplica con los ojos.
Soy un maldito blando.
Se apartó de la puerta.

El silencio no era un silencio natural. Era un silencio incómodo. Él podría estar mostrándole a su futuro hijo las maravillas de Indiana Jones y su padre destruyendo nazis y encontrando el Santo Grial. Sus planes para esa noche no eran, definitivamente, estar sentando en su sofá junto a Felipe Navarro, ambos envueltos en un silencio incómodo. Ni siquiera tenía muy claro porque le había dejado pasar.
-Verás, en estos meses he estado pensando mucho sobre… Esta situación.
-Ya – respondió sin cambiar la expresión.
-Bueno, pues que… Quería hablar contigo.
-Felipe, en serio, si vienes a pedirme perdón o a suplicarme o…
-No vengo a nada de eso – le aseguró –. No creo que ninguno tenga el carácter adecuado para suplicar, de todos modos.
-No, yo tampoco lo creo – admitió.
-Mira, Álvaro, he pasado estos tres meses pensando en ti y en mis sentimientos. Y me he dado cuenta de algo.
»Tenías razón.
»Álvaro, tenías toda la razón. Porque cuando pensaba en lo nuestro, cuando pensaba en ti, veía al Álvaro del que me enamoré. Y me he dado cuenta de que han pasado quince años y que, por lo poco que sé, ese Álvaro ya no existe.
-Tampoco creo que exista el Felipe del que me enamoré – repuso con calma.
-Eso es porque no existe. Porque ninguno es el mismo después de todo lo que hemos vivido. Y porque ya no nos conocemos.
»Pero antes de todo eso, antes de que nos enamorásemos y empezase este juego interminable, teníamos algo. Algo que, joder, Álvaro, no quiero perder. Porque has sido el mejor amigo que he tenido nunca, el mejor, y no quiero perder eso.
-Nunca volverá a ser lo mismo – le recordó con un suspiro.
-Quizás no. Pero antes que idiotas que no sabían lo que hacer con sus sentimientos, éramos amigos. A decir verdad, creo que ya hemos perdido quince años de amistad y no estoy por la labor de perder más.
-Felipe…
-Sé que metí la pata. Hasta el fondo. Un montón de veces y en un montón de ocasiones, pero… Bueno, siempre has sido tú el que se ha ocupado de levantarme del suelo haciendo bromas y ha impedido que me hiciese mucho daño. Fuesen cuales fuesen las consecuencias.
-No lo sé. Han pasado muchos años. Hay demasiadas cosas entre nosotros, no sé si es posible que volvamos a ser amigos. Y menos en estas circunstancias.
-Mira, no sé si el niño será mío o de Murray – comenzó mirando de reojo al caldero que descansaba sobre la mesita de café –, pero te aseguro que no cambiará nada. Es decir, si es mío lo reconoceré, claro, y me ocuparé de todo lo que sea necesario, pero aunque lo fuese, seguiré sin querer estar contigo de esa forma. Si traté tan mal a Kenneth fue… Porque veía que era algo serio y tenía miedo a perderte. Sabes que siempre he sido un egoísta.
-Eres muchas cosas, Felipe. Eres un idiota bastante arrogante que pierde la cabeza con facilidad y siempre se mete en cosas que sabe que le van a hacer daño, por ejemplo – suspiró –, pero nunca has sido un egoísta.
-¿Eso significa que me perdonas?
Álvaro suspiró de nuevo, mirando reflexivo al caldero.
Eres un puto blando sentimental.
-Te perdono, Felipe.
Él sonrió, mostrando ese pequeño hoyuelo que le había hecho caer redondo más de quince años atrás
-Siempre has sido demasiado sentimental para tu propio bien.
Álvaro no pudo reprimir una carcajada.


Álvaro se levantó de la cama, bostezando. Pasó una mano por su cabello dorado, tratando de colocarlo para que no le cayese sobre los ojos. Alcanzó su batín y se lo puso con gesto indolente, sin poder evitar otro bostezo.
Había sido una noche movidita.
Después de una reconfortante ducha caliente y de haberse arreglado, salió al salón, en el cual su pareja estaba desayunando. Se dieron un corto beso de buenos días mientras se sentaba a su lado y se servía un zumo de naranja.
-Te has levantado temprano.
-Sí, tenía mucho papeleo que acabar – suspiró con dramatismo, fingiendo un profundo dolor.
-¿No lo habías acabado ayer? – arqueó una ceja.
-No.
-Me dijiste que sí.
-Mentira.
-Verdad.
-Me preguntaste si tenía algo que hacer o podíamos ir antes a la cama.
-Y tenías algo que hacer, pero me respondiste que no.
-Si te hubiese dicho que sí no habrías querido ir antes a la cama.
-Porque tienes que llevar al día el papeleo.
-Lo llevo al día.
-¡Lo estás haciendo en el desayuno!
-Mientras lo tenga listo a la hora de comer, lo llevaré al día.
-Eres imposible, Felipe – puso los ojos en blanco, conteniendo la risa.
-No es mi culpa, fuiste tú el que se me insinuó a lo bestia.
-¿Qué parte de “¿Tienes algo que hacer o nos vamos antes a la cama?” es una provocación?
-La parte en la que ambos sabemos que haríamos en esa cama.
-… Touché.
Él rió, antes de volver a besarle.
-¿Tenéis que hacer eso cada vez que me doy la vuelta? – una falsamente escandalizada Ariadne se sentó a la mesa para desayunar.
-¿Prefieres que no esperemos a que te gires? – le preguntó su tío volviendo a los papeles.
-Prefiero que os convirtáis en un viejo y aburrido matrimonio de una vez.
-¿Qué te hace pensar que los viejos matrimonios no tienen relaciones? – preguntó Álvaro, divertido.
-¿Quieres que tenga pesadillas? – los dos estallaron en carcajadas, ante la desagradada mueca de su sobrina, que bufó malhumorada –. Será mejor que me vaya, he quedado con Tania para celebrar el fin de curso – decidió, alzando ligeramente la nariz con altanería.
-¿No desayunas?
-¡Se me ha revuelto el estómago!
Volvieron a reír mientras ésta se colocaba la chaqueta y salía.
Una vez estuvo fuera, Felipe soltó el bolígrafo.
-¿Por dónde íbamos?
-Tú estabas resolviendo el papeleo y yo desayunaba para irme al bufete.
-¿Estás absolutamente seguro de eso?
-Desde luego.
-Por cierto, ha llamado Lorena – recordó cambiando de tema.
-¿Quería algo?
-Parece ser que están celebrando una reunión de antiguos alumnos y quiere que vayamos.
-¿En plural? Si mal no recuerdo, yo hice derecho.
-Pero eres demasiado encantador como para que me permitan ir sin ti.
-Idiota – sonrió.
-Un idiota feliz – le besó de nuevo, casi riendo e ignorando como ponía los ojos en blanco –. ¿Te das cuenta de que si me hubiese ido a Oxford nada de esto habría pasado?
-No digas estupideces. Nunca habrías llegado a pasar dos semanas en Oxford, habrías huido del té.
-¿Qué tendrán con él los británicos?
-¿Cómo esperas que lo sepa? Son británicos – hizo una exagerada mueca, despertando carcajadas en Felipe.
Después de todo, los chistes sobre británicos siempre tenían gracia.




Bueno, os preguntaréis: ¿a qué viene lo del universo alternativo? Y yo os responderé: relleno. Puro y duro. Peo tiene algo de trasfondo.
Y es que Felipe, a pesar de mis intenciones, me ha quedado un poco idiota. No es mi culpa, es mi vena kennal y mi propia naturaleza, que hace que el tercero en discordia siempre me acabe reventando. Y Felipe no me revienta, ojo. Es sólo que tiendo a favorecer a Kenneth. Y eso no es justo, porque me cae genial Felipe y es un gran personaje y estoy convencida de que si las cosas hubiesen sido un poco distintas y Héctor hubiese mandado al Consejo a tomar viento fresco, ahora ellos estarían juntos y tan felices. Pero no lo hizo. Y ambos cambiaron demasiado para poder estar juntos.
En todo caso, más allá de Kenneth, esos dos siempre van a tener algo especial. Y Álvaro perdona a todo el mundo porque es un blando. Se sabe.

Atreveos a decirme que no es empotrable. Atreveos...

viernes, 28 de marzo de 2014

El Amor por Números

Anteayer he acabado la saga El Amor por Números.
Sé que Magik ya ha reseñado la y la parte y que seguramente reseñará la 3º, así que nada, leedlas y tal.
Pero, y esta es la parte por la que escribo la entrada, yo no estoy de acuerdo con su reseña de Diez lecciones para dar caza a un Lord... Y que te adore.
A ver, tiene razón en muchas cosas, pero, simplemente, yo lo he leído de otra manera.
Así que, ahí vamos.

(Obviamente, con SPOILERS)

Después de leer Nueve reglas que romper para conquistar a un granuja, yo estaba eufórica. Hacía mucho que no leía novelas románticas y esta en particular era genial. Gabriel era guapo, inteligente y no necesitaba un kilt o ser un neandertal para cumplir con su rol de protagonista masculino decididamente empotrable. Y Calpurnia... Que decir de Calpurnia. Yo me sentí muy identificada con Callie, siendo ella inteligente, soñando con maromos que sólo existen en los libros, algo regordeta y con poco de supermodelo buenorra. Se agredecen mujeres reales, gracias. Vamos, que Callie es genialosa, igual que Gabriel, el libro está muy bien escrito y la historia es maravillosa. Y, acto seguido, me leí el prólogo de la 2º. Lo dejé ahí. No porque no me gustase, sino porque en mi EBook no se leía una mierda y yo estaba en un autobús de camino a Lugo. A la vuelta me puse con él, bajo miradas incrédulas que afirmaban que me iba a quedar ciega leyendo una letra tan pequeña. Pero bueno, alguna ventaja debía tener haber tenido una letra enana de niña, ¿no? Parece ser que sí.
En todo caso, el libro me gustó mucho. Quizá no es el mejor de la saga... Oh, que diablos, es el peor con diferencia, pero es que el listón estaba muy alto.
También admito que yo no pongo un listón en la novela romántica -vamos, que a menos que sea muy patética, a mí me va a gustar-, pero no la percibí como una mala novela.
Vale, sí, tiene defectos. Bastantes. Los enumero a continuación:
  1. Nos venden que son una pareja llena de traumas y tal, pero se enrollan en menos de una semana.
  2. Callie no tiene ni cinco frases. ¿¡CÓMO SE HAN ATREVIDO!?
  3. En concordancia con lo último, los personajes de siempre han aparecido poco o nada y los secundarios han tenido poco protagonismo.
  4. Me habría gustado que ahondasen un poco más en la historia de Rock y Lara, en vez de ponernos seis frases para que los protas se explayasen sobre sí mismos.
  5. No hay una gran evolución en la pareja.
  6. Hay una revista llamada Perlas y Pellizas. ¿¡Por qué, señor, por qué!?

Pero por otra banda, ha habido muchas críticas a Isabel, que yo, personalmente, no comparto. Se le acusa de ser una niñata victimista y egocéntrica, dependiente de Minerva House. Pues un poco. Pero yo creo que eso se debe a que no se ha entendido lo que quería hacer Sarah McLean. Isabel depende completamente de Minerva House porque cree que es lo único con valor que ha hecho en su vida y es lo que le da fuerza para seguir adelante. Es más, lo pone claramente en el libro. En mi opinión, lo que la autora pretendía era ir desvirtuando progresivamente a Isabel, que veamos que, detrás de un estereotipo tan obvio como el de mujer adelantada a su tiempo que no necesita ni quiere a los hombres, hay mucho más. Y sí, Isabel se ponía muy a la defensiva con Nick, pero no podemos culparla por ello. Era un hombre aclamado por todas las mujeres de Londres que llegaba a su casa y ponía en peligro lo que más quería en la vida, aparte de a su hermano. Sí, Nick nunca haría nada que perjudicase a nadie simplemente por maldad, pero ella no podía saber eso. Teniendo en cuenta que creció y vivió rodeada de hijoputismo masculino, que no se fíe de los hombres me parece bastante comprensible. Su padre la apostaba. Nick al principio se escandalizaba mucho con todo lo que hacía. No me parece tan odiosa.
No sé, a mí Isabel no me desagradó y quizá por eso disfrute la novela. Por eso y por Nick. Y por las estatuas griegas. Y por Gabriel firmando autógrafos como si fuese su gemelo mientras se echaba flores, mencionando que su hermano buscaba esposa para fastidiarle. Y por Rock, que también era majo.
A un lado de eso, la narrativa de Sarah McLean es algo que envidio mucho, sobretodo su capacidad para los pasajes en los que debe dar información sobre la época o algo por el estilo, porque sabe llevarlos con naturalidad y sin hacerlos pesados. No todos sabemos hacer eso.

Ahora, hay varias cosas que me han llamado la atención, pero es que en toda la saga:
  1. Excepto la condesa viuda -madre de Callie- todos las madres y tres de cada seis padres son la fuente del mal. En serio. Monstruos que salen de debajo de la cama.
  2. Lo de monte de venus me dejó a cuadros. Y en Forastera han llamado igual a una parte de la mano. ¿Quiere eso decir que he leído mal y que no se trataba de la zona inguinal, sino que estaban haciendo manitas?
  3. Todas las protagonistas femeninas tienen que llevar pantalones llegados a un punto. TODAS. Las mujeres con pantalones son eróticas. ¡He tenido suerte de que a mí, que siempre los llevo, no me hayan raptado al verme con ellos por la calle!
  4. Las portadas son muy bonitas, pero es que no se parecen a las protagonistas una mierda.
  5. No me parece justo que hayamos tenido que esperar al último libro para que Gabriel y Callie tuviesen un hijo. Por la misma regla de tres, no me ha gustado tampoco que no sepamos si el niño de Juliana y Simon es niño o niña, ni tengamos un nombre.
  6. Todos los protagonistas, llegados a un punto, propondrán matrimonio a la protagonista, que debe negarse por algún motivo, aunque no tenga sentido hacerlo -sí, te miro a ti, Juliana, que tu último rechazo estaba injustificado totalmente-.
  7. Es normal y está bien que haya personajes principales femeninos que no sean la reencarnación de Afrodita, pero todos los hombres deben ser adecuadamente empotrables a menos que sean mala gente.
  8. Acusaron a Juliana de ser española, como si fuésemos la fuente del mal, y ella preguntó que tendría de malo ser española. ¡Ole, Juliana! ¡Ole tú!
  9. Ya lo he mencionado, pero, ¿Perlas y Pellizas? ¿En serio?
  10. ¿Dónde coño está el spin off en el que Benedick encuentra el amor? ¡Lo exijo!

Y esta, ha sido mi disertación/reseña/comentario/enumeraciones-varias acerca de El amor por Números, que es muy grande y debéis leer.

PD: Forastera me ha enganchado. Son muchos libros muy gordos. Y por eso es por lo que ya no leo tanto, quedarse hasta la una leyendo es malo, niños.

sábado, 22 de marzo de 2014

Recomendaciones en asuntos frikinales: el que no sabe enseña.

Hola, maestros del frikismo. ¿Cómo os encontráis hoy?
Estoy en plenas vacaciones por haber finalizado el trimestre, DOS días enteros. ¿No es guay? Sé que sí.
En todo caso anuncio que lo más probable es que no haya ración de Alanis la semana que viene, porque estoy bastante liada, porque el capítulo cuatro no queda bien ni a tiros y porque estoy concentrando casi todo mi tiempo y mi energía a escribir la novela de la que os hablé. POR FIN he acabado el primer capítulo. Ha sido complicado, no os creáis, en origen la historia del primer capítulo era una novela en sí misma. Después decidí resumirlo porque la Bruja salía poco. Y porque habría sido muy cansino.
En todo caso, no vengo a hablar de eso porque ni siquiera sé si voy a publicar más, o simplemente a suplicar a algunas personas que me sirvan de betas.
Vengo a hablar de material para estudios.
¡No huyáis, ingratos! ¡No me refiero a eses estudios!
Me refiero a mis estudios frikinales. Porque quería hacer esta entrada de hace tiempo y ya aprovecho. ¿Qué? Tenía planeado hacer un In Extremis..., pero el que tengo en mente es largo de hacer y no me da tiempo.
En todo caso, voy a hablar de blogs, fics, cuentas de youtube... De todo un poco, vamos. Cosas que al menos a mí, me gustan bastante y que quiero que vosotros disfrutéis también.
Y a eso voy.

Sé que no es necesario que os lo recomiende, porque es recomendación suficiente el título de diosa que le otorgo, muy merecidamente, pero es obvio que el blog de la diosa Magik es imprescindible completamente:

Después, tenemos el maravinoico blog del dios Yos, que es muy grande y mola mazo. Vale, a mí no me interesan especialmente los videoclips, pero todo lo demás: oro puro. Es muy genial y yo le admiro mucho, aunque le putease con eso de obligarle a decir que detestaba Toy Story. Mi maldad es muy grande, no me juzguéis:

Cómo no, TENGO que mencionar el genialísimo, maravillosísimo y demás adjetivos superlativos, blog de Dark Heart y Morrigan, las que no deben ser nombradas. Son maravillosas y muy grandes. ¡Una vez Morrigan me respondió a un twitt! ¡Y Dark Heart me retwitteo! ¡Dos veces! Esto, junto con el salir en una entrada de la diosa Magik, está en mi lista de logros frikis como matrícula de honor. Os dejo el enlace:

Si queréis reíros, si queréis revolcaros por el suelo de risa, si queréis alzaros como un sólo ser gritando un único nombre, leed el blog de la Pepis. Es grande y sabia y mola. GRANDE. Yo y la suma sacerdotisa Sofía lo recomendamos. Obedeced que somos las guardianas del kennal:

Ya en terreno de libros y reseñas, está Brownie y sus cosas, gran blog de reseñas. Sí, yo entré porque tiene nombre de pastelito. Sabíais que estaba muy mal =P No lo sigo muy al día, más que nada cojo y me leo diez reseñas o así de una sentada, pero son muy buenas:

Y un blog que he descubierto ayer y que me ha encantado, es el de Eleazar, que aparte de tener un nombre chulísimo, es muy grande. Si te gusta escribir, TIENES que leerlo, porque está lleno de consejos, suyos y de profesionales, técnicas, reflexiones, quejas típicas que los que escribimos solemos tener... Es fácil sentirte identificado, aprendes y ella tiene un estilo tranquilo suave cálido ... No sé, pero resulta fácil de interiorizar y empatizar con ella. Yo lo recomiendo muy mucho:

Si tenéis algún blog más cuya ausencia no os cabe en la cabeza, porque TENGO que leerlo, que Menganita es muy grande, o muy graciosa, o tiene unos consejos geniales, o incluso si Menagnita o Fulanito eres tú, déjamelo en los comentarios. Ayudadme, maestros, que soy la nueva y me cuesta.


En terreno de fics, ya recomendé muchos sobre el sirem de Harry Potter, pero leo algunos más.

Recomiendo este, también de Harry Potter pero sin shipp alguno, que critica duramente a las Mary Sue. Grande, Esfinge, grande.

También está una de las cúspides del slash en español, como es Alianza, del que dejo la primera parte. Es un drarry, pero en serio, leedlo. Es muy bueno y el desarrollo del romance está bien planteado. Vamos, que tardan cinco libros en liarse y el odio no se desvaneció por ciencia infusa o algo así. Muy bien está aunque respete el canon de Rowling:

Crucio, obviamente de Harry Potter, es una de las parodias más divertidas del mundo mundial mundialoso. El capítulo del sombre seleccionador es muy grande. El único shipp de la historia, por lo que he visto yo, es el James y Lily. Leedlo:

Este es difícil de definir, pero darle una oportunidad. Y critica a Dumbledore. JA.

Otro drarry es El Manual del Perfecto Gay. Es muy bueno, creedme, una especie de Queer as Folk mágico.

Y luego, lo que me ha llevado a escribir esta entrada, es 500 Days of Dean Winchester. No es del todo mi Dean y no es en absoluto mi Castiel, pero es MUY GRANDE. AU universitario, que siempre molan, en el que Castiel es muy friki y muy gay y que cuenta con otras dos amigas frikis que van por ahí frikeando. Mola, por ende, y es obligatorio que os lo leáis. ¿Qué no veis Supernatural? Pues vedla, insensatos, que es muy buena, pero en todo caso lo podéis leer igual sin mayor problema. NO PONGÁIS EXCUSAS, COÑO.


Y, en terreno Youtube, no sé muy bien que deciros porque apenas lo sigo.
Pero, como estoy escribiendo dicha novela y es así en plan medieval con brujas y tal, la música celta le pega y este hombre es un genio:

Y esto es todo, viejos =P

PD: Sé que no cambié la frase del día en bastante tiempo, pero es compensado por las estrofas de The Rain of Castamere, que es muy grande también.


jueves, 13 de marzo de 2014

Exámenes y Alanis: Capítulo 3

Sé que tocaba una nueva ración de Alanis ayer. Lo sé. No me he olvidado. No lo he dejado a la mitad. Más o menos. En parte. Estoy algo atascada y no tengo mucho tiempo. Pero el archivo sigue abierto en la barra de herramientas. Por si os consuela. Y eso.
El problema es muy sencillo: época de exámenes. Horrible. Verdaderamente horrible. Así que aprovecho para quejarme. Un poco. O mucho. Soy muy Drama Queen. Podéis saltároslo con toda confianza.

Hoy hemos tenido dos exámenes: CMC e Historia. El de CMC no ha sido mucho problema porque hasta el profe admitió que no había que estudiar - por cierto, retiro todo lo malo que dije en día sobre esa clase, que es inútil, pero el profe es MUY majo y a mí me cae muy bien -, el de historia SÍ que es un gran problema.
Me gusta la historia. Quiero estudiar historia. Adoro la historia y tengo capacidad para ella. Pero ahora bien, me gusta aprenderla. No estudiarla. Estudiar APESTA. Eran sólo cuarenta y cinco páginas - me llegan a decir el año pasado que diría eso... - pero el primer tema era muy denso. Mucho, mucho. Horrible todo. El comunismo. No me gusta el comunismo.



Es muy complicado, pasa todo muy rápido y nadie me cae bien. Es decir, ¡yo adoro a muchos personajes históricos! En mi opinión, Maquiavelo y Bismarck deberían estar dirigiendo el mundo, porque son inteligentes y eso no se ve mucho. Pero, ¿en el comunismo? Nasti de plasti. Bueno miento. Trotski sí me cae bien. Porque leí Rebelión en la Granja para Lengua el año pasado y lo disfrute mucho y yo iba de Snowball. Perdió. ::pega una patada a la mesa:: ¿¡Alguien quiere explicarme por qué todos los personajes que me gustan pierden!? Porfa. Da igual. En todo caso, Trotski apenas aparece y cómo los comunistas están cambiándolo todo mil veces en vez de meterse en un sistema liberal dominados por la burguesía, como hicieron los demás, yo las he pasado bastante putas.



Porque claro, vosotros ya sabéis que soy tonta, ¿no? Sí, lo sabéis. Soy tonta. Pero de manual. Es decir, mi tontería da algo de miedo y todo. "Si es que eres tonta, nena" que me diría Maribel si fuese mi madre. Que menos mal que no lo es, porque no le cae bien Martín -aunque a mi madre no le cae bien Rita de Velvet y sí le cae bien Alberto, no sé lo que es peor -. En todo caso, yo soy de estudiar el día antes. Siempre. Y lo he hecho. Tampoco tenía más opciones, porque ayer tuve examen de inglés. Me perdí Los misterios de Laura y todo por estudiar. Bueno, da igual, que podría habérmelas apañado. Pero me puse a las siete. A LAS SIETE.



Muy mal yo. Y paré a las ocho y veinte. Para hacer las cosas nocturnas en plan ducha y cena. Me puse a las once. Y diez. A ver, maestros del frikismo y otros aprendices, permitirme un consejo: si hay una historia que te gusta mucho, mucho, mucho, no te pongas a leerla en época de exámenes. NO. ¡Maldito y carismático Lord Oscuro! En todo caso, tuve que hincar los codos. Hasta las dos de la mañana. La última hora no sirvió de mucho porque me dormía. He debido desarrollar tolerancia al café. Lo que me indigna, porque he tomado CUATRO vasos en mi vida. No tazas, vasos. Vasitos pequeños. Bueno, ni siquiera, porque sólo me he acabado uno. Fue el Lunes, para estudiar Filosofía. En todo caso, creo que, en cuanto le echas azúcar, pierde efecto. Sí, me lo bebía sin azúcar. Se me ocurrió la típica pregunta de "¿Cuántos terrones quieres?" volviendo a mi habitación con él. Después de que mi padre me confirmase que sí, hija, al café se le echa azúcar, con cara muy rara, se lo eché. Dos cucharadas porque DETESTO el café. Estaba dulzón. No me gusta...
En todo caso, gracias al panteón griego - del que tengo examen mañana, por cierto, bueno, no del panteón pero sí del idioma - en TIC seguimos con las exposiciones y pude estudiar tranquilamente porque no había trabajo que hacer. Ole yo. Me ha salvado la vida. Gracias desde aquí a mi profe de TIC, muy maja también. En todo caso, el examen me ha salido bastante bien y creo que aprobaré. Porque era fácil - gracias, dificultades de mis compañeros con la asignatura que bajan la dificultad de los exámenes y consiguen que no acabe con un cate bien bonito y bien rojo por no mover un dedo hasta el último momento, sin coñas ni pretender insultar ni nada - y porque creo que me resultaría imposible suspender historia. Pero no me arriesgaré. Por si acaso.

Vale, ahora que ya me he sacado todo eso de dentro, a lo que vamos. Advierto que habrá mayúsculas. Y que aunque la diosa Magik ya me ha dicho en mi última entrada que no se pone coma antes de las "y", las tiene. Pero es que TODO el discurso de Álvaro estaba construido entorno a esa estructura, así que, digamos que es una excepción. Sólo una. Lo prometo ::carita sonriente y adorable a la que nadie se puede negar::. Dedicado a Atenea, a ver si me echa un cable con griego mañana.





3.          De Madame de Pompadour, César Borgia y Hugh Grant.


Álvaro echaba chispas. ¡No podía creerse que Felipe tuviese tanta cara!
Vale que quizás había sido él el que se le había lanzado encima, pero estaba borracho. Era Felipe el que debía actuar con cordura, separarse, y ponerle a dormirla, ¡no derretirse como una vela en una fragua!
Quizá era un poco halagador que no pudiese resistírsele cuando le provocaba, pero él tenía orgullo, dignidad, y se le caía la cara de vergüenza.
Llevaba horas pensando en cómo decírselo a Mateo.
“-Eh, Mateo, amigo mío, ¿recuerdas a Dylan? Recuerdas a Dylan, me comentaste que reventaba, es verdad. Salí de marcha con él anoche y volví como una cuba y Felipe me estaba esperando y nos hemos acostado.”
“-Mateo, volvía a casa borracho y Felipe se ha aprovechado de mí.”
“-Amigo mío, creo, y digo creo, que me he acostado con Felipe esta noche.”
“-Llámame Madame de Pompadour, porque me he tirado a un rey.
-¿Qué?
-Estaba borracho y él me esperaba dentro de casa, ¡no me juzgues!”
Mejor la última no, podría interpretarse como don Juan Carlos.
Se estremeció.
Una pena, el chiste de Madame de Pompadour retrasaría lo inevitable.
Gruñó. La resaca estaba reventándole el cerebro por dentro.
Sonó el teléfono.
-¿Dígame?
-¡Te has tirado a Felipe!
Álvaro parpadeó.
-… ¿Quién es?
-¡No cuela, Álvaro! ¡Tienes identificador de llamadas!
-¿Se puede saber como te has enterado?
-Parece ser que Felipe se lo ha chillado a Kenneth delante de todo el Bécquer, y Tania, como es natural, me ha llamado.
-Pero creen que somos hermanos – tartamudeó en shock.
-… Lo sé.
Álvaro sintió que se le caía el teléfono.
Se sentó en el sillón, sus rodillas se habían convertido espontáneamente en pudín y su cerebro estaba fuera de cobertura.
-Le mataré – susurró –. Esta vez le mato seguro.
-¿Me permites un consejo?
-Sí.
-Yo me quedaría con Kenneth.
-¡No jodas! ¡Ahora también lo sé yo, macho!
-Yo lo sabía de antes.
-… ¿Qué?
-Es decir, es un chico muy majo, y lo de Felipe lleva tanto tiempo puteándote que ya está podrido.
-¡A buenas horas! ¿Por qué no me dijiste eso cuando te pregunte?
-Tenías que tomar tu propia decisión. Pero ahora que veo que eliges a Felipe, y lo que ha hecho él con eso…
-No he elegido a Felipe. ¿Quién ha dicho que yo haya elegido a Felipe?
-Álvaro, te has acostado con él.
-Primero: eso no tiene nada que ver. Segundo: estaba como una cuba. Tercero: le he echado a gritos de mi casa esta mañana, así que no hay forma humana de que lo haya interpretado como una elección.
-¿Qué hacías bebiendo con Felipe?
-¡Yo nada! Salí de marcha con Dylan y al volver me estaba esperando para hablar o algo así.
-Te dije que Dylan traería problemas.
-¿Crees que es el momento?
-Sí. ¿¡Y cuándo pensabas contármelo!?
-Estaba pensando en cómo decírtelo – se defendió.
-¿Cómo ibas a hacerlo?
-Con referencias a Madame de Pompadour.
-¿Eh?
-Me he tirado a un rey.
-… Madura.
Álvaro suspiró, colgando el teléfono que ya comunicaba.
Cogió aire un par de veces, y se fue a buscar su revólver.


No es que hubiese querido airearlo así como así.
Su plan era guardárselo, llamar después a Álvaro, razonar con él, y que éste cediese.
Era un gran plan.
Pero Murray se había mostrado superior, sin dignarse si quiera a mirarle, mientras charlaba con Valeria.
Con Valeria.
Y ella, había hecho un sibilino chiste acerca de… Oh, bueno, había insinuado cierto asunto relacionado con él y la necesidad de pastillitas azules.
El cabrón se había reído.
Y Valeria lo había hecho en voz alta.
Muy alta.
Los alumnos le miraban.
-Álvaro no parecía pensar lo mismo anoche.
Kenneth se quedó blanco. Valeria roja.
-¿¡Tu hermano!?
-… ¿Eh?
Llevaba todo el día encerrado en su despacho, tratando de asumir que la gente le consideraba César Borgia.
No le estaba yendo muy bien.
Si Álvaro se enteraba…
-¡TE MATARÉ!
Se había enterado.
Mierda.
-PIENSO MATARTE. PIENSO USAR TODAS LAS TORTURAS QUE SÉ USAR, Y DESPUÉS DESPEDAZARÉ TU CADÁVER Y LO ENTERRARÉ BAJO UNA ACADEMIA DE PAYASOS.
Felipe, aparte de miedo, vergüenza y ganas de suicidarse, sintió indignación. Meterse con su miedo a los payasos no era nada justo.
-Álvaro, todo esto tiene una explicación.
-¿¡TÚ SABES COMO ME HAN MIRADO TODOS!?
-Lo siento, en serio.
-¡VALE QUE ME PAREZCA A NIKOLAJ COSTER-WALDAU, PERO NO SOY JAIME LANNISTER!
-Lo sé.
-PERO ELLOS NO LO SABEN. ELLOS CREEN QUE SOMOS HERMANOS Y CREEN QUE NOS ACOSTAMOS ANOCHE.
-Bueno, nos acostamos anoche.
-¡ESTABA COMO UNA CUBA! CÓMO. UNA. CUBA. ¡Y NI SIQUIERA FUE SEXO DE VERDAD!
-Bueno, ¡no es cómo si tú estuvieses para algo más!
-… ¿¡Y TIENES LA CARA DE DECIRLO!? ¿TÚ? ¡NO ESTABA PARA NADA MÁS, PORQUE TAMPOCO ESTABA PARA LO OTRO! ¡TE APROVECHASTE!
-¡TÚ TE ME LANZASTE ENCIMA!
-¡TÚ TE COLASTE EN MI CASA EN MEDIO DE LA NOCHE!
-¡LLEGUÉ A LAS DIEZ Y MEDIA, PERO TÚ YA NO ESTABAS!
-¡PUES HABERTE IDO!
-¿¡PARA QUÉ TÚ SIGUIESES JUGANDO CON DYLAN!?
-… ¿En serio? ¿Me vas a venir con celos? ¿TÚ? ¿¡TÚ VAS A TENER EL MORRO DE VENIRME CON CELOS A MÍ!?
-¡Yo era un crío!
Álvaro respiraba de forma irregular. Y, o se alegraba de verle – cosa que, en esos momentos, dudaba bastante – o llevaba un revólver.
-No voy a perdonarte esto nunca.
-Álvaro…
-Voy a llevarme el caldero – le espetó –, y no voy a volver a pisar este internado en lo que me queda de vida.
-¡Ni de broma! No sabemos de quién es, Álvaro, no puedes llevártelo.
-Oh, desde luego que puedo. Si resulta que, como castigo por todas mis malas acciones, es tuyo, ya organizaremos todo para no tener que vernos jamás. Jamás.
-Álvaro, podemos hablarlo…
-No. No podemos. Te odio. Mucho. La has cagado de forma… – suspiró – Indescriptible.
-Si me escuchas…
-No te iba a elegir a ti.
Felipe quedó congelado.
-¿Qué?
-No. Te. Iba. A elegir. A ti.
-Pero, lo nuestro…
-Lo nuestro está podrido.
-¡No es cierto! ¿No recuerdas todo lo que pasamos?
-Felipe – comenzó abriendo el pasadizo –, yo era un crío.
El pasadizo se cerró. Felipe quedó mirando hacia la nada. Derruido.
Hasta que vio la lucecita de megafonía encendida.
-¡ROSA! – aulló, dispuesto a asesinar, o como mínimo despedir, a su secretaria.
Todo el Bécquer estalló en risitas y murmullos divertidos.


-Mi tío la ha cagado.
-De forma indescriptible.
Deker ignoró las miradas que le reprendían.
Era demasiado culebrón, y los culebrones le encantaban. Te reías más que con la comedia.
-¿Qué crees que pasará si el niño es suyo? – preguntó Jero.
-No lo sé, pero no será bonito.
-Bueno, al juzgado no puede llevarle, eso está claro.
-¿Por qué no iba a poder?
Todos miraron a Tania con incredulidad.
-¿Por qué mandarían hacer una prueba de paternidad y se vería que ambos son sus padres?
-Bueno, siempre se podrían cambiar las pruebas de paternidad.
-No, uno tendría que quedarse fuera y el juicio no tendría razón de ser.
-De todas formas, yo sigo diciendo que es de Murray.
-Que no fuese a elegir a mi tío no quiere decir que el caldero también se decantase por él.
-A lo mejor el Objeto sabía a cuál quería más o algo por el estilo – propuso Jero.
Quedaron en silencio, considerando esa opción.
-Es posible – admitió Ariadne –, pero no seguro.
-Vamos, Rapunzel, admite que el niño es suyo y ya, son sólo veinticinco euros.
-Y el que tú me restriegues que tenías razón hasta el día de su muerte.
-También.
-No es sólo por eso – admitió –. Estaría bien tener un primo. Y mi tío está muy solo, en cuanto yo me independice sólo le quedará Gerardo.
-Vale, eso es muy triste.
Ariadne le dio un codazo sin hacerle mucho caso.
-¿Cómo vais a explicar lo de que Álvaro no es tu tío?
-Ni idea, Jero. A saber lo que se les ocurre. Aunque es mejor así.
-¿A qué te refieres?
-Era desagradable que todos pensasen que mi padre y mi tío estaban liados – se estremeció –. Automáticamente pienso en los reales y siento ganas de arrancarme los ojos.
-¿No debería ser el cerebro?
-Es una expresión.
Hubo unos instantes de silencio.
-¿Sabéis que El Viejales participa en la porra?
Todos le miraron con la boca abierta.

Deker estaba caminando por los pasillos sin hacer ruido. Era de noche. Estaba oscuro. Él tenía frío y estaba cansado.
¿Que qué hacía entonces fuera de la cama?
Pues que, al parecer, se movía mucho al dormir y la cama era para una sola persona.
Él se había quejado, le había recordado que Rapunzel era la de los cabellos largos como un día sin pan y no la del guisante bajo los colchones, pero fue inútil.
Eran las tres de la mañana.
Él debería estar durmiendo. Es más, era obligatorio que estuviese durmiendo. Si Ariadne no fuese tan picajosa lo estaría haciendo, pero claro, la princesa era un princesa por un motivo. ¡Él no le había dicho nada de que le patease de madrugada! Patear era peor que moverse.
Se prometió firmemente que la próxima vez, mandaba a Jero a dormir al pasillo y quedaban en su cuarto. Luego la echaría de forma cruel.
Se sentía utilizado sexualmente…
-Sterling.
Una. Noche. De mierda.
Se giró hacia El Viejales.
-¿Qué quieres?
-¿Qué haces fuera de la cama? – Deker abrió la boca para responder, pero él negó con la cabeza – Déjalo, me lo imagino. He oído acerca de una porra…
-¿De quién?
-Tengo mis contactos.
-… Jero.
-Le oí hablarlo con la señorita Esparza, sí.
-Mierda.
-Quiero participar.
-¿Eh?
-¿Cuánto habéis apostado?
-Lo máximo he sido yo con treinta.
-Apúntame cincuenta por Felipe.
-¿Y cómo sé que no hace trampa?
-¿Trampa?
-A lo mejor sabe algo de ese objeto que nosotros no sabemos.
-No lo hago.
-¿Y por qué apuesta?
Él miró a los lados.
-Porque Álvaro y Felipe llevan en un sí-pero-no-pero-quizá-pero-no-sé-de-qué-me-hablas desde que eran adolescentes. No se va a ir todo al traste por Murray.
-Eso lo veremos en nueve meses.
Se dieron la mano y cada uno siguió su camino.
-Sterling.
Deker se giró.
-Está de más decir que conoce el uso del profiláctico – dijo con cara de padre sobre-protector.
Deker Sterling volvió a girar muy despacio, y continuó con su camino hacia la habitación sin darle una respuesta.
Una mierda de noche.


Kenneth sintió como su corazón se desgarraba al enterarse.
Le habría gustado enterarse de otra manera. Que Álvaro hablase con él en vez de mandarle a Felipe para que le dijese, de esa forma tan dolorosa, que había tomado una decisión. Pero no siempre se tenía lo que quería, y Kenneth lo aceptaba.
No sintió sorpresa al enterarse de su decisión. Dolor, tristeza, decepción… Sí, por supuesto que sintió todo eso, pero no sorpresa.
Siempre supo que no tenía posibilidades. Siempre.
No podía tener esperanzas cuando veía a Felipe y a Álvaro juntos.
Hubiese pasado lo que hubiese pasado entre ellos, ambos conectaban a un nivel que él nunca podría alcanzar. Se entendían, se comprendían, podían saber lo que pensaba el otro, tenían bromas privadas… A efectos prácticos, llevaban saliendo desde siempre.
Él sólo había sido una piedra en el camino. Un obstáculo pequeño e insignificante.
Lo entendía, y lo aceptaba.
Y por eso estaba allí.
No le gustaban mucho los autobuses, pero hacía demasiado que no conducía. Y de todas formas, en España lo hacían por la derecha. Raro. Madrid estaba demasiado lejos para arriesgarse. Lo había mirado por Internet y salía un vuelo hacia Londres a las ocho de la tarde.
Era hora de volver a casa.
No oyó la discusión por megafonía por unos míseros quince minutos.
Y no supo que Álvaro fue el que encontró su nota, y que corrió hacia su coche para impedirle irse.
Al menos, no cuando estaba sucediendo.


Se sentía como si estuviese en una comedia romántica.
Y no era para menos.
Estaba corriendo por un aeropuerto para evitar que el hombre al que amaba se fuese del país, dejándolo solo y con un niño. Si es que le faltaba ser Hugh Grant…
Le había costado entrar en la zona de embarque, pero finalmente se había comprado un billete, porque no le daba tiempo a dejar inconscientes a todos los guardias.
Y le vio. Soltó un suspiro de alivio mientras se acercaba.
-¿Álvaro?
Parecía estar alucinando.
-¿Cómo se te ocurre irte así? – le espetó – He tenido que venir a buscarte corriendo. A un aeropuerto. Es tan cliché que da hasta risa.
-No creí que hubiese nada más que decir.
-Lo había.
-Álvaro, en serio, da igual – puso una mano en su brazo –. Vuelve con Felipe, yo estoy bien.
-No quiero volver con Felipe. Todo esto ha sido un gran error. Nunca he vuelto con Felipe. Bueno, nunca estuve con él en primer lugar, pero tú me entiendes.
-Pero, él dijo…
-Omitió pequeños pero imprescindibles detalles. Que yo estaba borracho como una cuba, que estaba en mi piso cuando volvía de marcha, que le eché a gritos de mi casa la mañana siguiente… Esas cosas.
-Pero estuviste con él.
-Borracho – repitió –. Y ni siquiera fue sexo de verdad.
-¿Eh?
-Ya sabes, fue solo… Es decir, no hubo…
-… ¿Penetración?
-Dios, que mal suena eso. Pero sí, no hubo… Eso. No fue de verdad.
-Para mí cuenta igual.
-Para mí no. Y estaba borracho – hizo hincapié en eso.
-Por ese tipo de cosas yo soy abstemio – mencionó.
-Ya, es una opción que debería considerar.
-Lo siento, Álvaro, pero eso no cambia nada.
-¿Perdón?
-No quiero quedarme aquí, esperando a que te decidas por uno o por otro. Adiós.
Ambos quedaron en silencio.
-¿No te vas?
-Tengo que esperar a que salga mi vuelo, el que se va eres tú.
-No, hasta que no te des cuenta de lo que te he venido a decir.
-¿A qué te refieres?
-¡Qué te he elegido a ti, pedazo de pánfilo!
-Déjalo, Álvaro. Solamente… Déjalo.
-¿No lo entiendes? Te quiero – afirmó –. Te quiero a ti. Me gusta que te subas las gafas con la yema del dedo índice, y que lleves raya al lado como si fueses un colegial, y que te guste el batido de fresa, y que seas incapaz de usar el español coloquial y que siempre parezca que estás recitando a Shakespeare, y me gusta que te pongas como un tomate, y que recitases, solo moviendo los labios, los diálogos de Don Juan Tenorio entre bambalinas, y que siempre parecieses irritado con mi mera presencia, y que cuando te ofendas pongas la voz aguda, y que sueltes discursitos que yo pueda desbaratar con un comentario gracioso, Dios, no sabes lo que me gusta la cara que pones cuando lo hago, y que sepas sacar carácter cuando haga falta, y que mientas bien, porque quién iba a decirnos que mentías bien, pero lo haces, y que me eches la bronca cuando hago algo que no te gusta mirándome mal para hacerme sentir culpable, y que sea fácil hablar contigo, y meterme contigo, y estar contigo en general. Porque te aseguro que hay poca gente con la que me sienta realmente cómodo, y con la que pueda reírme sin tener que preocuparme por nada más, y tú eres una de esas personas. Y cómo que la otra persona es heterosexual y aunque no lo fuese a Tania le daría un ataque si nos viese juntos y yo lo considero un hermano, pero ese no es el asunto. El asunto es que yo soy gilipollas por no haberme dado cuenta y que si tengo que arrodillarme lo haré. Porque te he venido a buscar a un puto aeropuerto, Kenneth, y sólo falta que uno sea Hugh Grant y el otro Sandra Bullock. Y yo odio los aeropuertos y los evito como la peste y estoy aquí, como un gilipollas, abriéndote mi corazón delante de toda esa gente que parece no tener otra cosa que hacer que mirar esto porque su vida es muy triste. Por cierto, el del móvil ya puede borrar el puto vídeo si no quiere que le de una paliza. Y que quiero que, bueno, lo que tú sabes, sea tuyo. Y no quiero volver a ver a Felipe, porque, ¿todo lo que pudiese sentir? Está muerto, Kenneth. No sé cómo no me he dado cuenta antes, pero es así. Y en serio, si no me dices algo ahora mismo me moriré porque he tenido bastante vergüenza para toda mi vida con lo que me ha pasado hoy. Y la secretaria de Felipe es una zorra que nos ha puesto en megafonía mientras le echaba la bronca, así que puedes ir a preguntarle a cualquier alumno y él te contará que le he mandado al cuerno.
-¿Qué esperas que te responda a eso? – preguntó con la voz tomada.
-No lo sé. La comedia romántica no es muy mi estilo. Me vale con que me digas que no te vas a ir a hacer puñetas a la pérfida Albión y a dejarme con un palmo de narices.
-Lo siento, pero voy a hacerlo.
Los pasajeros comenzaron a cuchichear, Álvaro habría llorado de frustración y se habría dado de cabezazos contra una pared.
-¿Qué?
-Necesito pensar.
-¿En qué?
-En todo esto. Y está habiendo problemas en casa después de que cancelase el compromiso, es mejor que vuelva.
-Pero… ¿Y los quince días de antelación con los que tienes que avisar? ¿Y yo? ¿Y el niño?
-O niña.
-Eso ahora como que no es especialmente importante.
-Vendré en nueve meses para escuchar el veredicto – resolvió –. Si lo es… Ya veremos.
-¿Y si no?
-Y si no, ¿qué?
-Me da igual de quién sea, Kenneth.
-Lo siento, es lo mejor.
-¿Para quién?
-Para todos.
-No estoy de acuerdo.
-Alguna discusión tenía que ganar yo, Álvaro.
-Tampoco estoy de acuerdo, yo nunca pierdo.
-Siempre hay una primera vez.
-No puedes dejarme así – le aseguró.
Kenneth suspiró, dedicándole una tibia sonrisa.
-Llámame de vez en cuando, ¿vale? No me voy para siempre.
Cogió la maleta y se dirigió a la puerta de embarque, que llevaba unos minutos abierta, aunque nadie hubiese entrado.
-Surrealista… – susurró.
Los murmullos se extendieron. Álvaro, despertando, arrancó el móvil que lo había grabado todo de la mano de su dueño y lo lanzó contra una pared.
-¡Mi móvil!
-Vaya, a ti tampoco te funciona el modo avión, ¿eh? Vaya mierda de Transformers venden hoy en día.

Y con esa afirmación, Álvaro Torres salió con la cabeza bien alta, deseando llegar a su casa para poder meterla en el horno.


Ale, y ahí está mi incursión, medio parodia medio alabanza, a las típicas comedias románticas. Un comentario si quieres que Álvaro Torres se te declare en un aeropuerto.

PD: Cada vez que Hook llama a Emma "love" yo disfruto como una enana. Disfruto mucho, en consecuencia. Lo suyo es amor.
PD2: Neal me cae mal. Definitvamente. Sólo le interesa que su padre esté vivo para volver con Emma y Henry, que no es malo, pero Rumple en sí le importa una mierda aunque él se sacrificase por ellos y eso es MAL.
PD3: Aunque me había comido el spoiler de que Martín trataba de descubrir a un topo lo he pasado fatal viendo como le pintan de malo. Porque le adoro. El David ese no me gusta y en el próximo capítulo Laura y Martín van a fingir estar casados y es una de tantas señales de su amor.
PD4: Lily y Marshall y Daisy son amor. Robin y su madre también.
PD5: Son las únicas series que he visto en toda la semana y SUFRO ::llora mucho::.