viernes, 17 de octubre de 2014

"Abuelito, dime tú."

Sé que no ha habido balance. Puedo excusarme --y lo hago-- en que he estado enferma y que no he visto el de ayer, pero no es la única razón. La serie me hace reír por no llorar y no tengo mucho que decir cuando acaba el capítulo. Para eso, lo hago por twitter. Me frustra un poco porque era la oportunidad de tener una sección estable en el blog, pero bueno.
Hoy os quiero hablar de un tipo de personaje. Estaréis pensando que voy a seguir la misma línea que en mi última entrada y que os explicaré como se desarrolla y las utilidades que le puedes dar. Pues no. Esta entrada está escrita por una fangirl muy friki y con tendencias a Drama Queen. Me queréis igual. Supongo. Espero. ... Cómo sea.

Veréis, me di cuenta de ello mientras visionaba --por fin-- Star Wars. Llevo dos películas. Voy a mi propio ritmo.
En fin, que todo el mundo parece adorar a Obi-Wan Kenobi. Es como: "Oh, Obi-Wan, tu dominio de la fuerza es impresionante", "Oh, Obi-Wan, tu sable láser es taaaaan brillante", "Oh, Obi-Wan, sin ti Luke seguiría siendo un granjero paleto en un planeta polvoriento".
A mí me inquieta mazo Obi-Wan.
Y de eso vengo a hablar, de esos ancianos que siempre saben más que tú.


1. Dumbledore de Harry Potter:


Dumbledore era de mis personajes favoritos cuando leí la novela, pero tenía doce años así que no cuenta. Ahora me cae mal. Bastante mal. Y no sólo porque sea el indirecto responsable de la muerte de Sirius y porque fuese nazi, sino también por lo de sacrificar a Harry.
Es por un bien mayor. Lo sé. Lo entiendo. Me inquieta.
¿Hay en este mundo un ser más manipulador a excepción, tal vez, de Rumpelstiltskin, Meñique y los Corleone? NO.
Durante todo el cuarto año Sirius se las arregló perfectamente solito gracias a su transformación de animago, incluso aunque Colagusano ya les hubiese traicionado en la primera guerra, los mortífagos ya supiesen que era un perro negro gigante y todavía hubiese dementores en su busca. Pero en el quinto era obligatorio meterlo en Grimmauld Place. Por supuesto. ¿Y cuál es el motivo? Alejarlo de Harry. ¿Por qué? Porque Sirius es un mago competente. ¿Y en qué afecta eso a Dumbledore? En que va a anteponer a Harry al bien común y va a impedir que le manipule. Su resolución fue meterle en Grimmauld Place pues, conocedor como es de la psique humana, sabe que eso va a deprimir a Sirius. ¿Y qué pasó? Que funcionó. ¿Y qué hicieron los demás? Considerar que Sirius estaba intentado vivir a través de ellos y que el pobre diablo estaba perdiendo la cabeza, así que era mejor protegerle de sí mismo. Pero sin sacarle de Grimmauld Place ni echar al elfo, ¿eh?
Yo habría matado al elfo directamente.
En lo del nazismo no voy a entrar, pero, ¿los Dursley? Oh, ahí sí que me meto.
Dumbledore les entregó a Harry no sólo para protegerle, sino para que le hiciesen daño. Llevando una infancia de mierda, llena de traumas y desprecio y desdén y sin ningún tipo de amor, sería imposible que no hiciese cualquier cosa para salvar su primer hogar: el mundo mágico. Así que dejó que fuesen ellos mismos durante once años y que tuviesen al niño viviendo bajo una escalera.
Soy la primera que entiende el objetivo, oye, pero era un niño.
Por Merlín.

2. Agustín de Águila Roja:


Tenía catorce, así que en principio tampoco me dijo nada.
Pero es un ejemplo morrocotudo de lo que quiero explicar. Gonzalo le quiere y le aprecia. Agustín enseña a Gonzalo. Relación maestro-alumno súper chuli. Pero Agustín ocultaba cosas.
Ocultaba que Hernán era hermano de Gonzalo. Uy.
Ocultaba que Gonzalo era hijo del rey. Uy.
Ocultaba que Gonzalo tenía una hermano (aunque luego no lo tuvo y era hermana). Uy.
Ocultaba quién era la madre de Gonzalo. Uy.
Ocultaba que dicha madre estaba encerrada en las antiguas mazmorras de Torquemada. Uy.
Ocultaba que él era su carcelero. Uy.
Moraleja = El fraile mentía más que hablaba. No era de fiar.

3. Obi-Wan Kenobi de Star Wars:


Al principio estaba en ese planeta perdido de la mano de Dios y polvoriento en el que, curiosamente, también vivía Luke. ¿Coincidencia? No lo creo. Y luego se pone ahí, a enseñarle a Luke a usar la fuerza, que le responde de inmediato. ¿Coincidencia? Sabemos que no porque es el hijo de Anakin. Y él también lo sabe.
Que sí, que parece poco, pero, ¿recordáis su muerte?
"Si me matas, me volveré más poderoso de lo que te es posible imaginar."
Y sonríe cuando Luke le llama, dejando que Vader le traspase con la espada láser mágica. ¡Y desaparece! What the fuck!?
Vamos, que se dejó matar para que Luke odiase a Vader. Pero luego nos dicen que el odio es malo para un jedi. Pero luego nos cuentan que Vader es el padre de Luke. Así que el odio que le tiene por matar a Obi-wan se interpone entre ellos y nunca podrían colaborar. Osea, que estaba planeado. OSEA, que se dejó matar. ERGO Obi-Wan da muy mal rollo.
No me convenceréis de lo contrario.


Y es que podrían ser viejos que saben mucho y son maniupaldores sin intentar tomarnos el pelo, ¿vale? Cuando no intentan vendernos que son los maestros chupi guays tiendo a adorarles.

4. Rumpelstiltskin de Once Upon a Time:


Mirad a Rumpelstiltskin. Él sí que mola. Y dudo que exista en esta tierra un ser más manipulador que él. Fue capaz de predecir las acciones de todo el mundo durante siglos y manipularlas de modo que se acoplasen a sus planes. Manipulador tela. Mentiroso casi patológico. Malo despiadado. Personaje jodidamente brillante.
Él no inquieta, plebe, él mola.

5. Don Vito Corleone de El padrino:


Leí el libro este fin de semana y lo adoré. En serio. ¿Quién podría no hacerlo?
Cordial y familiar, pero no dado a las palabras de más. Racional y calmado, pero carente de escrúpulos. Poderoso y temido, pero tierno. Lo más importante es la familia, y es por ella por lo que se hacen las ofertas que uno no puede rechazar.
Es brillante, es manipulador --recordemos el grandioso momento en el que Johnny se da cuenta de que lo ha concertado todo para conseguir algo a cambio de lo que ha hecho por él, o ese en el que su plan y el de Mike sale a la luz-- y no es inquietante en absoluto. Porque pocos pueden molar más que Don Corleone: El padrino.


En resumen, hay que ser claros. Si es un personaje manipulador, véndenoslo, aunque sea al final, como un personaje manipulador. No le pongas medallitas de cartulina y hagas que los protas le llamen abuelito, leñe, que parecen tontos.

domingo, 5 de octubre de 2014

Escribir NO es fácil

En primer lugar quiero aclarar que sí, escribiré el balance del capítulo de Águila Roja. Mañana. O pasado. Antes del próximo Jueves. O el próximo Jueves en sí.
En segundo lugar, una amiga mía ha escrito un blog y debo comentároslo. Nobleza obliga, ya sabéis. Muy pro-británico todo, pero ese pueblo cuenta con mi aprobación porque sin él no tendríamos Sherlok, Merlin, Doctor Who o a Deker Sterling. Y el mundo sería un lugar aún más triste.

En todo caso, hace unos días leí algo por Internet que me mosqueó. Vosotros sabéis que yo me mosqueo con facilidad, así que no os sorprenderá mucho. El caso es que leí una entrada en la que el típico imbécil de turno afirmaba que, para un escritor vocacional, escribir es fácil y no un trabajo. Eso me cabreó bastante.


Últimamente está popularizado que si te gusta escribir no es difícil hacerlo, lo que es una gilipollez como una casa de grande.
Yo adoro escribir. Escribí mi primer cuento a los seis años y no he parado de hacerlo desde entonces, por mucho que ahora me avergüencen mis primeros intentos en la escritura. Tendré talento o no, pero os aseguro que ME ENCANTA hacerlo. Leer y escribir son cosas sin las que yo no existo como persona. Vivo por y para la ficción: novelas, fanfic, películas, series... ¡No puedo existir sin ella! Y os digo, con toda sinceridad, que es difícil.
Que te guste hacer algo, que te valga la pena invertir tu tiempo, energía y pensamientos en ello, no lo hace más fácil en ningún sentido. Es como si a un hombre le gusta la relojería. Cuando llega a casa después de un duro día de trabajo se pone a crear maravillosos relojes que te dejan sin habla y lo hace con una sonrisa. ¿Acaso diríais "¡Qué fácil es arreglar relojes!"? No, porque la relojería es complicada y que a él se le dé bien, no cambia eso.
En cuanto a escribir, es más o menos lo mismo. O sin el menos. La amiga que os acabo de comentar me dice de vez en cuando --cuando le comento mis andanzas de junta-letras, que ella escucha porque es amor-- que no podría escribir porque no tiene imaginación. Y la imaginación es una herramienta imprescindible para un escritor, oye, pero no es lo único necesario.
Uno se imagina una historia espectacular e impresionante, que se sale de serie y que puede interesar a un montón de gente. Pues eso, es el primer paso: la idea. Lamentablemente, no hay ninguna máquina mágica a la que podamos conectar nuestro cerebro para que drene esa historia y se ponga sobre el papel. O afortunadamente, porque la idea no vale para nada por sí sola. Pongamos un ejemplo, manido y aburrido, pero es el que se me ha ocurrido así a priori:
Una adolescente que vive con su madre se queda huérfana, descubriendo así que su padre sigue vivo y es un multimillonario que estaba casado cuando ella nació. Se va a vivir a su mansión y se enamora del novio de su hermana.
Bien, pues eso, que no llega a sinopsis, es la primera idea. Hasta ahí muy bien. No hay complicación alguna. Los problemas llegan cuando empezamos a poner las cosas sobre el papel.

Sabemos que la adolescente no es de una clase muy elevada y que su madre se muere y después aparece el padre rico. Podríamos considerar que la reacción es obvia, pero nada más lejos de la realidad: ¿Cómo es la chica? ¡No sabremos como reaccionará ni que hará hasta que lo decidamos! Ella, llamémosla Gertrudis, puede ser de formas muy distintas. ¿Es orgullosa? ¿Es dubitativa? ¿Cariñosa? ¿Distante? ¿Divertida? ¿Triste? ¿Extrovertida? ¿Introvertida? ¿Quería mucho a su madre? ¿Cómo era su relación? ¿Cercana? ¿Distante? ¿Cómo le afectaría entonces su muerte? ¿Y el conocer a su padre? ¿Le abrazaría y lloraría sobre su hombro? ¿Le mandaría a la mierda por aparecer tantos años después? ¿Qué haría? ¿Y por qué lo haría? ¿Y cómo afectaría eso a la trama? Y luego está el padre. ¿Es un buenazo o un padre severo? ¿Si es un buenazo dónde coño estaba mientras Gertrudis crecía? ¿Y si es severo y la niña se la trae al pairo porque va a buscarla y no le manda a la mierda? ¿Y la hermana, llamémosla Pancracia? ¿La aceptará o la odiará? ¿Y el novio, llamémosle Camilo? ¿Es un chico bueno y dulce o un cabrón del quince? ¿Si es bueno y dulce como puede jugar con las dos hermanas? ¿Si es un cabrón del quince porque Gertrudis se enamora de él? ¿Eh? ¿EH? 
La cosa ya no es tan sencilla cuando tienes que desarrollar a un personaje. ¡Y no puedes ponerte a escribir y lo que te salga! No. No puedes. Porque, cuando son personajes principales, tienen que adecuarse a la acción. Si Gertrudis se va a pasar la novela como un alma en pena por el amor de Camilo, no puede ser fuerte, inteligente y práctica. No encaja. Si Camilo no va a parar de dudar entre las dos hermanas, no puede ser directo y resolutivo. Si la hermana no se va a pispar de nada, no puede ser inteligente e intuitiva. En esto contrastan los secundarios, puesto que por norma general, sólo deben ser extrovertidos para empezar a relacionarse con la protagonista recién llegada. Luego son todos tuyos. Puedes hacer con ellos lo que quieras. Algunos simplemente pasan y son peleles con nombres a los que los protagonistas lloriquean. Otros los desarrollan, se dejan llevar y se comen la pantalla.

Así deben sentirse un montón de pobres personajes secundarios.

Luego está la acción, porque no puedes hacer que a los personajes les pasen cosas contínuamente, ¿vale? No puedes pasarte la novela con saltos temporales. Camilo no puede decirle a Gertrudis que prefiere a Pancracia y en la próxima escena, una semana después, se vuelven a encontrar y lo resuelven. No, a los personajes les pasan cosas, pero deben lidiar con ellas. ¡No puedes saltar a cuando lo resuelven o lo superan! Sería más práctico, pero el lector sentirá que tu libro es un timo y se ofenderá. Esa parte es complicada, porque tienes que contar y hacer interesante algo que no importa realmente. Si Camilo pasa de Gertrudis, ella se sentirá mal y sufrirá. Tú lo sabes. El lector lo sabe. Y, de todas formas, tienes que contárselo. Tienes que conseguir que el lector se interese y atienda al relato de algo que es obvio, de algo que ya sabe.


Cuando la madre de Gertrudis muere, eso tiene que afectarle de alguna manera y a largo plazo, ¡no puede olvidarse de ella de un día para otro! Pero claro, si se pasa las primeras doscientas páginas llorando en cada escena porque la echa de menos, tus lectores --y seguramente tú mismo-- la odiarán y estarán de ella hasta la coronilla. Tienes que buscar el equilibrio para que las acciones de los personajes tengan sentido.
Y esa es otra.
¿Crees que tienes la trama perfectamente planeada? Pues vuelve a pensar. A medida que escribas, que pienses, que reflexiones, que leas y que conozcas, vas a tener nuevas ideas. Y esas nuevas ideas pueden ser fantásticas, puedes adorarlas, pero van a producir un cambio. Un montón de escenas que tenías planeadas han perdido el sentido y tienes que cambiarlas o, directamente, borrarlas. Y a llenar sus lugares otra vez. Porque tienes que conseguir que las escenas tengan sentido, que el desarrollo, tanto de la acción como de los personajes, sea coherente. Y eso no es nada fácil. ¿Sabéis esos puzles en 3D? Pues es algo parecido. Encajar las escenas es como ensamblar las piezas de un puzle de ocho millones de piezas diminutas. Con la excepción de que las piezas las creas tú. ¿Qué es más sencillo? Eso os creéis vosotros. En cuanto modificas una pieza para que se adecue a la anterior, la que encajaba con esa se ha ido al traste. Y así sucesivamente. Al final acabas sobre tu mesa de trabajo, llorando a moco tendido y con un tubo de superglú en la mano, untando las piezas por todas partes para pegarlas y poder acabar con esa tortura. Las piezas se despegan y caen y dan una impresión terrible y tú planeas tu suicidio.


Y una vez que has acabado. Que has escrito tu novelas, el trabajo no acaba: toca la revisión. No sólo ortográfica y gramatical, también a nivel de trama. Ahí ya estás jodido. Si creías que habías tenido difícil el rompecabezas, ahora descubrirás que hay TODAVÍA más cosas que no encajan. Así que, ahí estás, volviendo a revisar y a revisar, reensamblando todas las piezas para que la novela sea coherente.


Esto a grandes rasgos, ¿eh? Porque puede que sea una novela histórica. O en otra ciudad. O que uno de tus personajes sepa cosas que tú no. Entonces entra en juego la investigación y nuestra amadísima amiga: la Wikipedia. Pero vamos, que es un marrón curioso.
Y, cuando crees que todo está acabado y guardas la novela, te equivocas. Queda la última y grandiosa parte. Esa en la que la dejas olvidada en un rincón durante años hasta que la encuentras, te la lees, y te das cuenta de que es una mierda. De que la trama hace aguas. De que los personajes son planos y aburridos. De que las situaciones no tienen sentido. De que no es una historia original. De que se parece sospechosamente a esa novela que habías leído, o a esa película que habías visto o a esa serie que habías seguido. De que lo has arreglado todo metiendo una Mary Sue de mediadora. De que tiene tantos clichés que parece un badfic. De todas esas pequeñas cosas que te hacen borrar la historia, meter la cabeza bajo la almohada y recordarte que, después de todo, tú siempre has sabido que no conseguirías vivir de la escritura.



Así que el que opine que escribir es muy fácil, está cordialmente invitado a irse a tomar por culo. Le deseo un desgarro anal múltiple =D

PD: Puede que las situaciones estén un poquito exageradas, pero, a grandes rasgos, es todo verdad. Pensadlo antes de decir que escribir no es un trabajo y no merece retribución económica, porque ya veis que no es NADA fácil.
PD2: Ese es el tipo de cosas que te ocurre con una novela normal. Pensad en un formato más complicado, como el de George RR Martin, y entenderéis porque el pobre hombre tarda tanto en escribir.