Vale, pues ya he acabado mi fic Ariker onírico/futurista/crossover-con-Lord.
Aviso de que tiene un final abierto. Muy abierto. Vamos, que parece más un capítulo que un fic autoconclusivo, pero con la poca información que tenemos sobre los episodios de En blanco y negro, no se pude refinar más.
Diosa Magik, lamento lo que he hecho con tus personajes, porque seguramente no estará a su altura.
Suma Sacerdotisa Sofía, lamento el poco Kennal.
Y ahora, a publicar.
Sueños de Futuro.
Ariadne no sabía donde estaba. Pero sí era
consciente de que estaba soñando.
Se encontraba en una cocina bastante moderna, pero
casi todo era de madera de roble muy clara, y entre eso y el ventanal por el
que entraba la luz a raudales, parecía más grande de lo que era. Lo que
significaba mucho, porque debía medir como dos habitaciones del Bécquer.
La nevera, además, estaba cubierta de dibujos y
fotografías.
Estaba en una casa familiar. ¿Pero de quién era?
Oyó pasos acercándose, y se sobresaltó,
encontrándose con Deker.
-¡Mamá!-llamó, Ariadne estaba esperando a oír algún
chiste en plan “Se nos ha colado una
princesa en casa”, así que puso los ojos en blanco; de todas formas, esa
casa no parecía la de Deker- ¿Se puede saber donde estás?
¿Eh?
No me ha
visto.
¡Un
momento! ¡Ese no es Deker!
No, desde luego que no. Podía parecerse, pero no
era él. Ella podría identificarle entre cien personas.
Que patético sonaba…
Pero no, no era él.
Era más joven, debía tener su edad. Y el estilo de
pelo y ropa no concordaba mucho con el de Deker. Además, hablaba y andaba de
forma distinta.
Pero no era natural que se pareciese tanto. Los
mismos ojos, el mismo pelo, el mismo cuerpo… ¿Sería su juventud? No, para nada,
¡nadie podía cambiar tanto en tan poco tiempo!
Decidió que, ya que no le veía, no pasaría nada si
le seguía y se enteraba de qué estaba soñando exactamente.
Llegaron a un salón enorme, aunque acogedor. Tenía
una alfombra mullida, paredes de un color cálido, y elaboradas columnas de
impoluta escayola subían por ellas para acabar en un techo ligeramente
abovedado. En el centro había una mesa redonda de cristal, que más que mesa era
una obra de arte, la rodeaban varios sillones de cuero brillante, y encima de
ella había varias cosas, entre las que destacaba un candelabro de plata
antiguo. Ese salón era una oda al arte y a la belleza, e igualmente, habían
conseguido hacerlo cálido y familiar gracias a la gama de colores tierra que
habían elegido para el mobiliario, podía imaginarte a una familia charlando
allí, mientras veían la televisión.
-Esto es un sueño – susurró impresionada, antes de
hacer una mueca –. Vale, eso es una obviedad. Pero es increíble, ¡ese es un
reloj de Luís XIV! ¡Siempre he querido uno! ¡Es como tener tu propio Din Don!
Obnubilada totalmente con la belleza del lugar, no
se dio cuenta de que había una mujer de espaldas a ella, que parecía jugar con
un niño pequeño, de unos tres años.
-Mamá, quería preguntarte si…
-No – respondió la mujer automáticamente.
Un momento, ese pelo… No, no era posible.
-Pero mamá… – se quejó él.
-Ya lo hemos hablado – una versión suya con treinta
y tantos se giró hacía ellos, obviamente irritada –. No.
-Por favor, déjame ir – le suplicó.
Nunca habría podido imaginarse a Deker Sterling
suplicando por nada ni a nadie.
Ahora podía, y la perspectiva no le gustaba, no
parecía él.
Porque no
lo es, Ariadne.
-No vas a perderte la fiesta del Sábado, Brandon,
es mi última palabra.
-He estado en quince de sus cumpleaños. ¿Tanto
importa que falte a uno?
-Sí. Mucho.
-Estoy seguro de que ni siquiera quiere celebrarlo.
¡Cumple los cuarenta! Es una desgracia, no algo para celebrar.
Parecía que su yo onírico iba a responder, pero el
niño se puso a patalear.
-Mamá, mami – exigió tendiéndole los brazos.
Suspiró, cogiendo al pequeño en brazos, que se aferró
a ella. Era moreno, y tenía unos enormes ojos verdes. Su hermano los había
tenido de ese color…
-Ya está – el adolescente puso los ojos en blanco,
y ella se estremeció al reconocer un gesto tan suyo en la cara de Deker, o
Brandon, de ese tío –. ¿Quieres dejar de llorar, enano?
-Deja a tu hermano en paz – exigió con voz férrea
mientras acariciaba la espalda del niño.
-¡Se cela con nada!
-Tiene dos años, tú a tu hermana la mordías cuando
nació, y tenías nueve.
Ariadne se sorprendió. Que grande era ese niño, no
aparentaba dos años. Esbozó una mueca de terror al preguntarse si sería tan
grande al nacer.
Eso debió
doler…
-Estoy convencido de que os inventasteis esa
historia…
Y se oyó el ruido de una puerta abriéndose. Junto
al trino de los pájaros. O era la de la calle, o la del jardín.
Por favor,
no. Por favor, que no sea…
-¡Hemos vuelto!
Se giró hacia la voz, que entraba en el salón.
Deker Sterling, un Deker al que, como mucho, le
echarías unos treinta y pico, y no los cuarenta que decían que iba a cumplir, entró
en salón de la mano de una niña de unos siete años.
La niña corría, tirando de él, y nadie del Bécquer
habría creído que él sonreiría con algo cercano a la adoración mientras la
seguía. Claro que ella le había visto con Hanna.
¿En qué
estás pensando, Ariadne?
-¡Mamá! – la niña soltó su mano y corrió a abrazar
a la otra Ariadne, que se las arregló con maestría para devolverle el abrazo y
darle un beso sin soltar al pequeño.
-¿Cómo te ha ido en el pueblo, cielo?
-¡Bien! Papá me ha comprado un helado y una muñeca,
está en el coche para que tú no la veas.
Su yo adulto miró a Deker con reprobación.
-La estás malcriando. Todavía más. Habría jurado
que era imposible cuando le compraste el pony.
-Eh, cuida de Maximus y lo monta a menudo, no fue
un error.
-¡Maximus es lo que más quiero del mundo! – le aseguró
la niña, que se sobresaltó – ¡Y a ti y a papá y a mi hermanito también!
-¿Y yo dónde quedo? – preguntó el mayor.
-Tú eres tonto – le aseguró con decisión.
-No discutáis –les cortó –. En todo caso, cariño, ¿no
crees que tienes bastante muñecas? No puedes jugar con todas ellas.
-¡Sí que puedo!
-Tienes mínimo cincuenta muñecas de porcelana y una
docena de trapo.
-¡Papá! – se quejó la niña, buscando indignada la
protección paterna.
-¿Tú y yo no habíamos dicho que no se lo íbamos a
contar a mamá?
-Y, además, el helado. Ahora no va a merendar.
-El helado vale de merienda – se defendió.
Brandon, debió de ver, igual que ella, que no iban
a acabar pronto, por lo que interrumpió.
-Papá, ¿puedo ir a Barcelona este fin de semana?
-A mí no me líes, habla con tu madre.
-Pero, ¿a ti te importaría que me perdiese tu
cumpleaños?
-¿Y cómo ha estado mi niño favorito mientras no
estaba? – preguntó a su vez, ignorándole y cogiendo al niño en brazos, que
murmuró un incomprensible “papá”, mientras rodeaba su cuello con los brazos.
Bufó, tumbándose en un sillón, como si les diese a
todos por perdidos.
-Muy bien, no se ha caído, tropezado, herido o
golpeado en todo el día.
-No es natural la cantidad de accidentes que tiene
este niño.
-A mí me lo vas a contar…
El niño – del que todavía no sabía el nombre –
pareció darse cuenta de que hablaban de él, porque emitió una serie de sonidos
inteligibles, mientras agitaba uno de sus bracitos hacía el reloj Din Don.
-Sí, mi vida, ahora te traigo la merienda – le
aseguró su otro yo, levantándose y yendo hacia la cocina.
-Papá – comenzó Brandon, volviendo a la carga –, he
sacado cinco sobresalientes en el último curso. Creo que soy lo bastante
responsable y adulto como para poder ir a Barcelona para el concierto de The
Guide.
-Hijo – respondió en el mismo tono serio –, si eres
tan maduro y adulto, no necesitarás que te saque las castañas del fuego, y
podrás convencer a tu madre por ti mismo.
-Pero…
-Ni peros ni peras, luego el que se la carga soy
yo. A tu madre.
-¡Mamá nunca da su brazo a torcer! ¡Es imposible
convencerla de algo! ¡Tardó catorce años en entender que no me gusta el yogurt
con azúcar!
-Si eso fuese cierto, tú no estarías aquí – observó
cogiendo su móvil, que acababa de sonar indicando que le había llegado un
mensaje –. Tu madre se negaba, pero yo le dije que por una vez en la que se me
había olvidado bajar a la farmacia, no iba a pasar nada – le miró con una ceja
arqueada –, y tu eres la prueba viviente de que sí que pasa. Fueron nueve largos
meses de “No va a pasar nada, ¿eh? ¡No va
a pasar nada tu madre!”.
-¡Por favor, deja de decir esas cosas! ¡No quiero
saberlas!
-No tortures al niño-se oyó desde la cocina.
-Eso. ¡Vosotros queríais tenerme!
-No te creas, es que tu madre es una gran actriz y
por eso parece feliz en las fotos, se pasó un año con cara de ogro por ese
incidente.
La otra Ariadne volvió tranquilamente de la cocina
con la merienda, pegó un manotazo a Deker, y se arrodilló sobre la alfombra,
mientras éste le tendía al niño.
-Queríamos tenerte, Brandon, no le escuches. Tu
padre es estúpido.
-Por que tú lo digas, Rapunzel.
Sintió algo extraño retorciéndose en su pecho.
Rapunzel… Sonaba tan raro en sus circunstancias…
-Te perdono si me dejas ir al concierto – le
ofreció Brandon a su… a Deker.
-Imposible, el mensaje era de tío Álvaro, al final
ha acabado sus asuntos antes de lo previsto y vendrá a la fiesta. No tendrías
con quien quedarte en Barcelona.
-¿Y la tía Karen?
-Kenneth volvió antes por un asunto interno entre
los ladrones que tenía que atender como rey – respondió su otro yo, dejándola
patidifusa –. Y no le llaméis así.
-Tú también te reíste – le recordó Deker.
-La primera vez. Y había bebido.
-Pero te reíste.
-¿Y si fuese con mis amigos? – continuó Brandon.
-Aun menos.
-¡Pero mamá…!
-Tienes dieciséis años, no puedes ir sin vigilancia
a una ciudad extraña.
-Vosotros a mi edad estabais salvando el mundo del
chiflado ese con el que salías.
Su yo parecía querer responder, pero igual que
ella, no tenía una respuesta para eso.
-Tu padre tenía diecinueve – dijo después de un
largo silencio, en el que ni siquiera el niño se quejó por esa cuchara en el
aire y sin movimiento –. Y teníamos supervisión, el tío Álvaro estuvo con
nosotros todo el tiempo.
-Ya, ¿y cuándo robasteis la dama azul, qué?
-¡Exacto! – exclamó victoriosa – Tu padre estuvo al
borde de la muerte en esa misión.
-También por culpa del chiflado con el que salía –
añadió.
-Deker… – la advertencia sonaba clara en su voz.
-Vamos, princesa, tu madre está de mal humor –
cogió la mano de la niña, que le dedicó una enorme sonrisa –. Vamos a por tu
muñeca nueva.
-¡Bien! – exclamó – ¿Podemos coger también los
vestidos de la semana pasada?
-Carlota, eso también era un secreto – le recordó
pasándose una mano por la cara.
-Ya hablaremos tú y yo – le aseguró Ariadne.2 de
mal humor.
Ambos salieron de la casa, y Brandon volvió al
ataque.
-Mamá…
-Es su cumpleaños.
-Lo sé, pero…
-¿Recuerdas tu sexto cumpleaños?
-No, mamá, chantaje emocional no.
-Estuviste tres horas llorando porque no podía
venir. Vino desde París en coche, con la mitad de las carreteras cortadas por
la nieve para llegar a tiempo.
-… Cuando haces eso te odio – bufó frustrado, antes
de volver a hundirse en el sillón con una mueca.
-Lo sé – limpió al niño con su babero, antes de
cogerle en brazos –, pero te quedas voluntariamente.
‡
Deker era consciente de estar soñando.
Lo que no sabía era porque estaba soñando con el
cuarto que habría sido el sueño de su hermana, y de cada niña del mundo.
Era… Enorme. Las paredes estaban empapeladas en su
totalidad con grandes franjas blancas y verde espuma de mar. La cama, también
verde y con dosel, era del tamaño de una habitación promedio, pero se notaba
que sólo se usaba una zona, dejando a un lado la lógica, por las centurias de
peluches que llenaban la mayor parte.
Además, la pared frente a la cama parecía un enorme
expositor de muñecas más que una pared.
Sintió que la puerta se abría y entraron dos
personas.
-¿Ese tío soy yo? – preguntó incrédulo.
Los años le habían sentado de cine, desde luego.
Le arrastraba una niña, que era inquietantemente
parecida a Ariadne, pero con sus ojos.
-Oh, esto es una mala señal – murmuró –. No,
definitivamente no. No puedo estar soñando que tengo hijos con ella. ¡No puedo
haberme convertido en Tania!
Ese hombre sorprendentemente parecido a él, cargaba
con una caja y varias fundas para ropa con una mano, mientras la niña aferraba
la otra.
-Papá, ¿puedo probármelos? – suplicó la niña con
los ojos brillantes.
Su doble tanio arqueó una ceja.
-No creo que sea una buena idea. Además, estoy
enfadado contigo.
La niña parecía al borde de un sincope.
-Pero… ¡Pero tú nunca te enfadas conmigo!
-Te dije que no se lo dijeses a tu madre, y ha sido
lo primero que has hecho – la niña parecía incómoda –. Esto significa que no
puedo confiar en ti, y por tanto, se acabó el trato de favor.
-¿Qué significa eso?
-Que haré caso a tu madre, y no habrá más compras
en una buena temporada.
-Pff, siempre dices eso.
-Esta vez es en serio – miró a su alrededor –.
Empieza a ser bochornoso que la gente entre en esta habitación y vean todo lo
que tienes.
>>Lo que me recuerda. No subas a tus primas a
la habitación, ¿quieres?
-Vale…
-Bien.
-¿Pero puedo probármelos?
El Tanio, suspiró con pesadez.
-Uno. Sólo uno.
-¡Eres el mejor padre del mundo! – le abrazó.
-Niña interesada – dijeron al mismo tiempo.
Deker se horrorizó ante la similitud con su yo
tanio. ¡El nunca se comportaría así!
Excepto
con Hanna.
¡Pero la
situación es completamente distinta!
-¿Va a venir el tío Jason?
-No, no va a venir.
-¿¡Por qué no!? – la niña, de nuevo, parecía
horrorizada.
Tanio suspiró.
-Carlota, ¿no te parece raro que se haga tanta
fiesta por mi cumpleaños?
-Sí, bueno, con mamá no es algo tan grande –
admitió.
-Eso es porque no es propiamente mi cumpleaños, es
una excusa para reunirnos todos los del viejo grupo, ya que yo soy el único que
cumple en verano y la reunión no interfiere con el trabajo.
-Pero el tío Jason es tu mejor amigo.
-Mi mejor amigo del trabajo. Mi mejor amigo es el
tío Jero, y él si viene a la fiesta.
-¡Pero el tío Jero no es tan guapo como el tío
Jason!
Tanio rió divertido.
-Así que es eso, ¿eh?
La niña se sonrojó, antes de desviar el tema.
-Quiero el vestido azul.
Su yo tanio no borró la sonrisa mientras dejaba las
cosas sobre la cama y cogía una de las fundas.
Se oyó un claxon.
-Dejémoslo para otra ocasión. Ya ha llegado
alguien.
-¡Bien!
La tal Carlota corrió fuera de la habitación,
arrastrando a Tanio con ella.
Él dudó un segundo antes de seguirles, suspirando.
Fuera, Murray estaba bajando del coche.
Desde que sabía lo del compromiso, sentía
verdaderas ganas de pegar una paliza a ese tío. No tenía ni idea de lo que
estaba haciendo en su sueño, pero a menos que fuesen a pelear, no le gustaba.
-¡Tía Karen! – gritó la niña abrazándole.
-¿Tía Karen? – rió.
La cosa estaba mejorando.
Karen suspiró, devolviéndole el abrazo.
-¿Tenéis que llamarme siempre así?
-Lo hacen de forma cariñosa, su majestad – afirmó Deker
con una sonrisa torcida.
-Ya, cariñosísima – puso los ojos en blanco –. ¿Y
Ariadne?
-En el salón.
-Vale, gracias.
-¿No me vas a felicitar?
-Tu cumpleaños es mañana.
-Que poca diplomacia emplea conmigo, majestad, ¿los
ladrones se sienten seguros con usted defendiendo sus intereses?
-Más que con un Benavente sí.
-Au, cómo duele.
-¿Y el tío Álvaro? –preguntó la niña.
-Vendrá mañana por la mañana, Carlota – afirmó con
una sonrisa.
-¿Y quién ha conducido?
-Yo – respondió con sorpresa.
-¿Te deja conducir solo?
-¡Por supuesto que me deja conducir!
-Papá no deja que mamá conduzca – observó –. Dice
que es un peligro público.
-¿Y?
-Pensé que sería igual contigo, tía.
Tanio estaba conteniendo la risa, aunque él
empezaba a comprender lo que estaba pasando. No, no podía tener tanta suerte.
-Ya, bueno, tu tío me deja conducir, y lo hago
incluso mejor que él – afirmó con voz aguda.
-Vale, la tía Tania también conduce.
Murray parecía verdaderamente indignado.
-Kenneth – una Ariadne adulta salió a recibirle –,
¿qué tal el viaje?
-Hasta ahora bien – se colocó las gafas con el dedo
índice.
-¿Qué ha dicho Deker? – preguntó mirándole mal.
-Tu hija parece pensar que no puedo conducir,
porque a ti Deker no te deja.
Ella fulminó a ambos con la mirada.
-¿Es que quieres volver a la niña homófoga?
-No estamos metiéndonos con su orientación sexual,
nos estamos metiendo con él – se defendió.
-De verdad, Deker, eres peor que los niños.
-No es posible.
Oh,
mierda.
Esa voz…
Se giró lentamente, y vio a Ariadne Navarro
mirándole horrorizada.
-Genial – susurró –. No es un sueño normal.
-¿Qué haces tú en mi sueño?
-¿Yo? ¡Eres tú la que se ha colado en mitad del
mío!
-Esto es horrible – afirmó –. ¿Crees que tiene algo
que ver con el Objeto que provoca sueños a Tania?
-No lo sé, pero el que escriba esto me cae fatal.
¡Esa niña me domina con dos frases!
-¡Y yo no quiero tener tres hijos!
Deker dio un paso atrás.
-¿Tres? – se horrorizó.
-¡Sí! ¡Tres! ¡Y uno es enorme!
-Esto es una pesadilla.
-Lo único bueno de este sitio es la casa.
-¿Casa? Es un palacio.
Ariadne se giró, mirando hacia la fachada.
-Joder.
-Vivimos en una sucursal del palacio de Versalles –
observó.
-Y en medio del bosque. Estamos en el castillo de la Bella y la Bestia.
-Bueno, vale que me he dejado barba, pero de ahí a
compararme con Bestia…
-En todo caso, está claro que esto no puede pasar,
las cosas no coinciden con la realidad.
-Completamente de acuerdo, ¡ni siquiera tiene
sentido! Se supone que estamos casados, pero yo he llamado a Murray majestad y
mencionado su puesto como rey de los ladrones.
-¿En serio?
-Sí, y aquí está liado con Álvaro.
Ariadne se horrorizó.
-Lo peor es que no me sorprende.
-¿Y has visto el cuarto de esa niña? ¡Parece que
estemos en una fantasía de Tania! Nunca había visto tantas muñecas juntas.
-¿Y el hijo mayor? ¡Eres tú con otra ropa y otro
peinado!
-¿Se puede saber donde estamos?
-¿Cómo esperas que lo sepa?
Deker se dio cuenta de que desde que sabía el
compromiso, no había cruzado tantas palabras con Ariadne. No supo como sentirse
al respecto.
-A ver, primero hay que asegurarse de que esto no
es un sueño raro de alguno de los dos.
-¿Y cómo hacemos eso?
-Mañana por la mañana, nada más vernos diremos una
palabra, si el otro le mira de forma rara, es que esto no tiene que ver con un
Objeto.
-¿Y si la decimos los dos?
-Entonces investigaremos esto. Sin decir nada a
Tania y a Jero.
-Completamente de acuerdo.
Entonces, todo comenzó a ondularse y algo les
separó de golpe, mientras las imágenes se dividían y multiplicaban.
Deker gritó la primera palabra que se le ocurrió
antes de que todo se convirtiese en una especie de lámpara de lava que se cerró
sobre su cabeza.
Deker abrió los ojos en su cama, y nada más
hacerlo, todo volvió a él. Se incorporó de golpe, atrayendo la atención de
Jero.
-¿Más pesadillas?
-Algo así.
Después de una ducha, se vistió con rapidez para
bajar al comedor.
Ariadne ya estaba allí, y se levantó, acercándose a
él.
Mala señal.
-Barraca – dijeron al mismo tiempo –. Mierda.
-Eh… ¿Qué pasa, chicos? – preguntó Jero algo
perdido – ¿Os habéis reconciliado?
Ambos le miraron extrañados. Es verdad, no se
hablaban.
-Larga historia. Cosas de Benaventes y ladrones.
Cúbrenos en clase.
Agarró la muñeca de Ariadne y tiró de ella para
salir de allí.
-Vamos al subterráneo. Hay que encontrar al Objeto
que ha hecho esto.
-Tendremos que pasar ante Álvaro para llegar.
-Tiráremos una foto de Murray al aire y saldrá a
perseguirla.
Ella puso los ojos en blanco.
Su muñeca le ardía en la palma de la mano.
¡¡¡AY DIOS MÍO ME ENCANTA!!! JAJAJAJA HE ESTADO TODO EL RATO AGUANTANDO LA RISA, CON UNA SONRISA DE OREJA A OREJA XD
ResponderEliminarNo me digas que el pequeño de los Ariker es el Lord. Claro, por eso es tan guapo y genial xDD No te preocupes, no me enfado por las escasas referencias Kennal, la que hay es suficiente. Qué mono Deker, su mejor amigo sigue siendo Jero. Ay, no sé qué decir, pero me ha gustado mucho y quiero leer más xD
¿Cómo hago para seguir el blog? Es que no veo el típico recuadro donde salen los seguidores...
Hasta el siguiente post, que espero con ganas xD
Muchas gracias, era más cómico que otra cosa, aunque todos sepamos que es lo que va a pasar ::se tapa los oídos antes de que llegue Magik a decirle que no, porque no se lo creee y no quiere oírlo:: ;P
EliminarSí, es el Lord, de ahí que no le pusiese nombre. ¿A qué era una monada de pequeño? Bueno, y de mayor, pero sólo cuando interactua con Loki XD
Ha sido complicado, porque claro, ellos ya están acostumbrados a lo de Álvaro y Kenneth, así que, ¿cómo iban a mencionarlo para que fuese incuestionable que estaban liados? Pero no podía dejar pasar un fic futurista sin mencionar su amor puro y verdadero.
Jero siempre será el mejor amigo de Deker. Hablan una vez a la semana mínimo. Los dos se quejan de sus mujeres y de los niños, se meten el uno con el otro, y quedan cada vez que coinciden en la misma ciudad para irse de copas juntos.
Bueno, cabe la posibilidad de que lo continue, pero no antes de Navidad. Los exámenes ::se estremece::.
No tengo ni idea :3 Pero trataré de investigarlo.
Muchas gracias por el apoyo, Suma Sacerdotisa Sofía, eres AMOR. ::le manda un beso::
Qué bueno, me encanta, encima Ariadne es la que manda en la familia lo que me pega muy mucho :P
ResponderEliminarLa familia futurista muy mona, por cierto, me encantan =D Y, ey, al mayor le llamarían Bran en vez de Brandon, por CDHYF ;)
Gracias Artemisa ^3^
EliminarBuena idea, Magik, ni se me había ocurrido. Por eso eres tú quien encabeza la religión xD
Aysh, gracias. A mí me encanta mucho que te encante.
EliminarY sí, Ariadne es la que manda, Deker chincha por ahí y a veces echa la bronca, pero la disciplina se la deja a ella. Porque, con siceridad, ¿alguien se imagina a Deker Sterling poniendo normas en plan, en casa a las nueve? A lo mejor alguien sí, pero yo no :P
¿Cómo no iban a ser monos? Son hijos de Deker y Ariadne, tenían que ser monos.
XD Es que Brandon era el único nombre de la saga que no sonaba raro. Bueno, y Nedd, pero no quisieron tentar a la suerte llamando a su hijo como alguien a quien le habían cortado la cabeza por sorpresa ;)
Jo, Sofía, no había visto tu comentario, lo siento :3
EliminarY sí, es una gran idea, como todas las suyas.
Ella encabeza la religión por sus magníficas ideas, y porque ha creado a Deker, Ariadne, Jero, Soledad, el Lord Oscuro, Álvaro, Kenneth, Felipe... Molan tanto, que hasta se le perdonan Colbert, María Luisa, Puterika, y los padres cabrones de Deker ;P