viernes, 7 de marzo de 2014

Estrenos, celebraciones y sorpresas.

Hoy es un día especial. Estrenan la secuela de 300, peliculón si dejamos aparte lo de cenar en el "infierno" - en el Hades, catetos, en el Hades -, que a mí me gusta mucho.
Hay griegos, batallas, pectorales de maromos guapos y calzoncillos de cuero. Ya seas cinéfilo, te gusten los chicos, o simplemente respires, tienes que verla. En serio. TIENES QUE.
Os dejo el trailer:


Tiene buena pinta, ¿eh? Espero que no la fastidien.

Aparte de eso, también es mi cumpleaños.


Diecisiete ya, como pasa el tiempo...
Espero pacientemente a que las fuerzas del orden entren rompiendo nuestras ventanas para romperme el DNI y darme uno del 98. Vamos, dudo que me dejen tener diecisiete. A mí. Sería muy irresponsable por su parte. Elevaría una queja.
Me gustaría contaros alguna aventura que os haga emocionaros, que os haga levantaros del asiento y aplaudir, o caeros de la silla y revolcaros por el suelo de risa, pero no ha pasado nada especial.
...
Ya, en España no se hacen fiestas sorpresas ni nada chulo.
Pena.
Pero, como ahora soy una adulta de pleno derecho en el mundo mágico - maldita lechuza que perdió mi carta de Hogwarts... -, he decidido que tengo que hacer algo especial.
Y como tampoco le he dado mucho al coco, pues os dejo el prólogo de algo que estoy escribiendo. Y así me fuerzo a mí misma a centrarme en ello, y no ponerme con cualquier otro proyecto. Lo hago mucho. Mucho mushísimo. Y cuando no, fanfic. Y cuando no, series. Y cuando no, libros. Y cuando no, exámenes. Muy inconstante soy, lo sé.
Pues eso, que os lo dejo aquí, y os pido humildemente que lo leáis, saquéis un bolígrafo que no sea rojo - ODIO los bolígrafos rojos - y corrijáis, critiquéis y saquéis cada pequeño, mínimo y liliputiense defecto que pueda tener. Sin miramientos. Sin educación. Quiero maldad. Bueno no, pero objetividad, sí. Miradlo como un regalo de cumpleaños. No os pido a Gary Oldman, después de todo. Ni a Benedict Cumberbatch. Ni a David Tennant. Ni a Eoin Macken. Ni a Jensen Ackles. Ni a Patrick Criado. Ni a Johnny Deep. Ni Nikolaj Coster-Waldau. Ni a Colin O'Donoghue. Ni a Gale Harold. Ni a Martin Freeman. Ni a Hugh Grant. Podría pediros muuuuuuuuuuuuuuuucho más. Me estoy pensando seriamente hacerlo. Pero bueno, con esto me vale.
Gracias por adelantado, queridos maestros del frikismo. Recordad que es mi cumple. Y si comentáis o seguís el blog o cualquier cosa, pues mejor. Porque, inmerecido o no, merito mío o no, es mi cumple. Y mi unicornio os mirará mal si no lo hacéis. Y todo el mundo sabe que si un unicornio te mira mal es que eres un ser deleznable que no se merece vivir. Así que, ya sabéis. No seáis Voldemort, ¡los unicornios molan!




0         Prólogo.


La Bruja del Oeste volvió entrada la noche. Tendió su capa gris ceniza al temeroso aprendiz, y sin mediar una palabra, entró en sus aposentos.
Llevaba un grueso libro, cuya cubierta se estaría deshaciendo en sus manos de no haberla estado manteniendo con magia.
Lo posó con verdadera delicadeza sobre el brillante escritorio, y se sentó ante él. Murmuró un par de palabras, que con el adecuado movimiento de sus dedos, restauró el libro. No mucho, pero lo suficiente. Tampoco era su intención devolverle el aroma de la tinta fresca o algo por el estilo. El libro era y debía seguir siendo antiguo. Simplemente quería evitar que se deshiciese entre sus manos.
Se quitó los guantes de cuero que la habían protegido del frío, y abrió el libro.
La cubierta crujió de forma amenazadora y el fino pergamino que la unía a las hojas se tensó. Posó el cuero endurecido sobre la mesa con todo cuidado y observó fijamente las palabras que la tinta negra dibujaba en la primera hoja. Se le escapó una sonrisa al reconocer el papel de vitela, pero se le borró al recordar las condiciones en las que es pequeña y poco accesible joya había sido almacenada durante siglos. Daba igual su calidad, las huellas del tiempo habían sido rotundas y crueles.
Trazó con una delicadeza y un cuidado extrañamente ajeno a ella el ornamentado dibujo que reposaba bajo el título. Trazó el círculo un par de veces con el dedo corazón, dejando que el olor a pergamino antiguo, la expectación y la euforia que precedía a la lectura, la inundasen.
Pasó la página, y la portada dio paso a las columnas de retorcida letra negra. Tres, para ser exactos. Tres columnas en la primera página. La segunda y la tercera estaban cortadas por el retrato de un hombre maduro. Sus rasgos eran duros y aristocráticos, no especialmente bellos, pero rezumaban dignidad y poder. Esas dos virtudes eran mejores que la belleza.
En una lengua antigua, las palabras, tanto tiempo olvidadas, comenzaban a desgranarse:

“Mi nombre es Másedes, que significa hijo de la tierra. Escribo estas palabras, tantos años después de las acciones por las que seré recordado por la eternidad y las generaciones venideras, bajo un complejo hechizo que alejará a los que carezcan de magia y a los enemigos de mi familia, para que solo mis descendientes puedan acceder a ellas.
Yo soy un brujo, aunque me revelase contra mi pueblo.
Yo soy Másedes I, fundador de Thélarien, rey de las Tierras Arrebatadas, u Orí, como comienzan a ser llamadas por los que en verdad se creen con derecho sobre ellas. Estúpidos. Yo soy aquel que alzó la Gran Cordillera y dividió en dos al mundo. Yo soy leyenda. Yo soy aquel cuyo poder no conoce límites. Yo soy tu ancestro y tu maestro. Y tú, que eres de mi sangre, aprenderás, y obedecerás.”

La Bruja sonrió, divertida. Debería haber puesto un hechizo mucho más global. Las familias de brujos que estaban en las Tierras Arrebatadas, eran como mucho cuatro. Eso quería decir que sólo cuatro familias de brujos, ya extintas, y aquellos que carecían de magia, tenían vetado el acceso al libro.
Siguió leyendo, devorando las palabras de Másedes con expectación y verdadera hambre.
El sonido de las hojas le acompañó toda la noche.
Era un libro grueso, complejo, lleno de cosas que comprobar y asimilar.
Tardó cinco días enteros en leerlo todo. No le dedicó ni un segundo a dormir, y sólo comió aquello que pudo invocar desde sus cocinas sin dejar de leer. ¿Quién necesitaba dormir? Ella no, desde luego. Irse a descansar cuando tenía ese libro entre sus manos, tanto tiempo después, sería tan ridículo e inconcebible que no sabría como reaccionar si la idea apareciese por su mente. Seguramente de forma agresiva.
Sonrió al acabar la lectura, y planes comenzaron a dibujarse en su mente, salpicados de hechizos, sobornos, chantajes y planos de pasadizos secretos que acababa de descubrir.
Pero eso sería después. Una vez agotada la adrenalina y la euforia, el cansancio le sacudía con fuerza.
Sentía sus ojos cerrarse de puro agotamiento, cercados por enormes ojeras. Le dolía el cuello una barbaridad, y toda su espalda estaba en tensión. Bostezó largamente, mientras maldecía a la migraña que se había instalado en su cabeza y sintiéndose algo mareada.
Se levantó de la silla con pesadez y se estiró un poco, acercándose a la cama.
Fue entonces cuando oyó unos fuertes golpes en la puerta.
La Bruja del Oeste esbozó una mueca irritada, ¿cómo se atrevía su aprendiz a interrumpirla en esos momentos? Le había dado órdenes estrictas de no hacerlo.
Con un gesto de la muñeca, todo rastro de cansancio desapareció y ella quedó perfectamente arreglada. Bostezó de nuevo, exhausta, pero no iba a permitir que la viesen débil.
Abrió, entonces, la gruesa puerta de caoba.
Un hombre, a decir verdad bastante atractivo, la atacó con una daga.
No necesitó ni siquiera un movimiento de los dedos para mandarla volando hasta clavarla en el otro extremo del pasillo.
No estaba ayudando a disminuir su irritación.
--Diría --comenzó arrastrando las palabras -- que ha sido un buen intento, pero ni siquiera alguien tan estúpido como debes serlo tú podría creérselo.
Él echó a correr. La Bruja consideró matarlo desde allí e irse a la cama, pero desistió con un suspiro de frustración. Nunca estaba de más saber quién quería matarla.
El joven se había metido en su armería, y ella sintió como la ira comenzaba a bullir en el interior de sus venas. ¿Esa cucaracha se estaba atreviendo a buscar hierro brándico en su propia casa?
--Prepárate para la muerte, bruja -- le espetó, sujetando de la cintura a su esposa.
--Laretián, querida --ironizó --. Veo que has conseguido rescatar a tu maridito.
--No gracias a ti --sus ojos azules ardían devorados por el odio.
--Al contrario, querida, yo te vendí el amuleto que te lo trajo de vuelta.
--Y no se te ocurrió mencionar que el que lo usase moriría, ¿verdad? --preguntó Úfeel con actitud amenazante.
--Se me ocurrió --sonrió con arrogancia --, pero ella no se molestó en preguntar.
--Eres…
--Todo lo que se te ocurra llamarme --le interrumpió sin perder la afilada sonrisa -- me lo ha llamado antes gente más importante, y con más motivo.
--Eres un presagio de dolor y muerte --afirmó Laretián --. Todo lo que se acerca a ti acaba dañado.
--En mi defensa, todo lo que acude a mí suele estar dañado de antes.
--Y por ello --continuó como si no la hubiese escuchado --, tenemos que detenerte.
--El miedo me devora --dijo con sorna; podría haberse reído, pero no estaba de buen humor.
--Debería --Úfeel tiró de una cadena, y la trampa cayó sobre ella.
Lo que una semana antes había sido una lámpara circular, con aros donde enganchar las velas por fuera, cayó ciñendo sus caderas. Sólo habían quitado las velas.
--Es hierro normal --rió divertida. Y furiosa.
--Pero esto no.
Lo primero que pensó al sentir una fina cadena de hierro brándico en el cuello fue que había sido una distracción para que Laretián aprovechase y pudiese atacarla por la espalda. Lo segundo fue que el dolor era tan fuerte como siempre lo era: insoportable. Lo tercero fueron formas de torturar hasta la muerte a los dos.
Se revolvió, furiosa, tratando de arrancarse esa maldita cadena, que comenzaba a hundirse en su carne, quemando como si estuviese al rojo vivo. Laretián no era precisamente débil, pero ella lo era menos.
Sintió un fuerte golpe en el estómago, y se dobló sin poder evitarlo, con lágrimas de dolor y frustración ardiendo en sus ojos.
--Ni se te ocurra, bruja.
Úfeel sustituyó a su mujer, aumentando la presión hasta cortarle la respiración. La Bruja trató de arrancarse la cadena, arañándose el cuello con las uñas, desesperada por un poco de aire.
-Úfeel, ¡rápido!
Se vio arrojada a su propia jaula de hierro brándico. Al dejar de sentir la presión, se arrancó la cadena, que estaba empezando a verse cubierta por una desagradable costra al cerrarse la herida, hundiéndose más en su carne, y la azotó contra los barrotes. Se escurrió entre ellos, produciendo el sonido grave, como campanadas profundas y pesadas, que emitía el hierro brándico.
--Hijos de puta… --temblaba violentamente por la ira.
--Puede que no se os pueda matar, pero tú no vas a salir de ahí.
La bruja rió, estallando en llamas verdes que bailaron ante la sorpresa del matrimonio.
--Vuestro plan tiene un pequeño fallo.
--Puedes hacer magia ahí dentro, pero ni tú ni tus hechizos podéis atravesar esto --dio un par de palmaditas a los barrotes con aire satisfecho.
La Bruja se abalanzó sobre los barrotes, aferrándolos fuertemente con las manos, ignorando el humo que surgía ante el contacto y el dolor agónico que recorría sus brazos hasta electrificar sus clavículas, con el rostro desencajado en una aterradora mueca y sus ojos reducidos a dos esferas negras, con finísimos arcos del un color miel cambiante cercándolas.
--Saldré de aquí --les espetó --. Y os arrepentiréis de este día.
--Vamonos, Laretián --le indicó, volviendo a rodear su cintura con el brazo derecho, pero sin apartar la mirada, fingidamente impertérrita, del rostro de la bruja.
--¡Os maldigo! ¿Me estáis oyendo? ¡Os maldigo! Saldré de aquí y os arrancaré a vuestra hija de los brazos. ¡Lloraréis lágrimas de sangre cuando acabe con vosotros! Pagaréis este momento hasta el mismo instante de vuestra muerte, ¡lo juro por mi nombre y por mi sangre!
--¿Hija?
--No le escuches, Laretián, sólo quiere hacernos daño.
--Sí, no me escuches, Laretián. Podría contarte la verdad sobre las ereidas.
--¿Qué verdad? ¿De qué estás hablando?
--Laretián, no la…
--¡No les encierran, Laretián! --rió -- Mientras tú te desesperabas buscándole, él estaba disfrutando con seres del agua, preñándolas de pequeños bastardos. ¡No duran dos meses, Laretián! ¡Las que mataron a la pobre enamorada eran sus hijas! ¡Él yació con sus propias hijas! Y lo disfrutó, querida, siempre se disfruta con una ereida.
--¡Mientes!
La mujer rió, soltando los barrotes con un gesto de desdén. Enormes marcas de piel quemada y sangrante decoraban ahora las palmas, y de ellas surgía un olor ácido y podrido que resultaba asfixiante.
--Sería tan sencillo entonces, ¿verdad? La malvada bruja está mintiendo, todo lo que nos dice es falso, sólo son mentiras para hacernos daño. Pena que me confundas con las hadas, las brujas no mentimos. Manipulamos, omitimos información, jugamos con las mentes, hipnotizamos… Pero no mentimos. No nos hace falta hacerlo.
--¡No es cierto!
--Oh, te encantaría eso, ¿verdad? Te encantaría saber que no sembró los estanques de agua dulce con sus pequeñas bastardas, que no yació con ellas, y que nunca volverá a disfrutar en tu lecho después de una experiencia como esa. Te encantaría. Pero sabes que tengo razón.
--¡No la escuches, Laretián! ¡Sólo trata de dañarte!
--Por supuesto --admitió con superioridad --, pero eso no quiere decir que no sea cierto.
Ella miró de uno a otro alternativamente, antes de sepultar el rostro en el pecho de su marido.
--Vamonos, Úfeel.
--¡Os arrepentiréis de este día! ¡Os arrepentiréis! ¡Tú sabes la verdad, Laretián! ¡Sabes que tengo razón! --les gritó mientras salían del lugar.
Fue entonces cuando reparó en el cadáver de su aprendiz, oculto detrás de la mesa de las espadas. Nadie acudiría.
Soltó un largo aullido, lleno de frustración y desesperación. Incluso los barrotes de hierro brándico se doblaron momentáneamente, impactados de lleno por el alcance de su ira.




Bueno, es un mero prologo del que no se puede sacar mucho, ni para lo bueno, ni para lo malo, pero seguro que algo podréis decirme. ES MI CUMPLE. Sé que abuso de ello, pero es solo una vez al año. Y no celebro los no-cumpleaños, así que tengo más derecho.

Un abrazo muy fuerte a todos vosotros. Mucho love.


PD: Mi madre me ha hecho una tarta y Sofía me ha mandado una canción de feliz cumpleaños por twitter. Si vosotros no hacéis nada, vais a quedar fatal...

2 comentarios:

  1. Lo primero de todo, ¡feliz cumpleaños! =D

    Y ahora, voy con el prólogo. He encontrado un par de erratas, que te dejo aquí, ¿vale?

    Quinto párrafo: "es pequeña y poco...", te falta la "a", "esa pequeña...".
    Texto de Másedes: ¡¡reBelase, con b!! Con v, significa otra cosa, como revelar un secreto o un carrete de fotos.
    El párrafo que comienza con "Tardó cinco días...", hay una parte que dice "que no sabría como reaccionar", ese "cómo" va acentuado.

    Una vez dicho eso, voy a ser muy honesta, porque es lo que me gusta que sean conmigo. El tema pinta muy bien, interesante, la bruja mola un huevo. Sin embargo, me parece que el ritmo es un poco desigual: al principio, con el tema del libro es lento, aunque luego aparece el matrimonio y todo va muy rápido.

    De hecho, la aparición del matrimonio queda muy confusa. Deberías describir un poco la escena, poner al lector en antecedentes porque, tal y como esta, es muy precipitado y cuesta pillar lo que pasa.

    El enfrenamiento está muy bien, me ha gustado mucho una vez he comprendido lo que pasa. El final mola y deja con ganas de leer más, lo que está muy bien =D

    Eso sí, Artemisa, tienes un serio problema con las comas. Creo que no he encontrado ninguna bien puesta y en muchos sitios faltan. Un fallo que comentes muchísimo es poner una coma antes de "y". En plan: se fue a la casa, y comió. Ahí no van comas, no, no. Ten cuidado con eso porque haces frases muuuuy largas y sin comas quedan muy confusas.

    Dime que subirás más material, por fa, que me ha dejado intrigada.

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    1. Primero de todo también, ¡gracias!

      Sí, se me ha pasado la "a".
      Creo que es la millonésima vez que cometo ese error, estoy por tatuármelo en la frente o algo xD
      Tienes razón en todas las erratas, las corrijo ahora mismo, gracias.

      Mm, repasaré el ritmo, entonces. Creo que sí me he detenido demasiado al principio, sobretodo en comparación con la parte del matrimonio.

      Esa parte era la que más dudas me generaba, porque no sabía cuanto decir. Por un lado, la historia del matrimonio la cuento en el primer capítulo y no quería adelantar mucho, pero no estaba segura de si se entendía. Añadiré un par de detalles para que se entienda mejor.

      También tenía dudas con el enfrentamiento, porque yo de escenas de acción, aunque sean sencillitas, poco, así que me quitas un peso de encima.
      Que el enfrentamiento quede bien, el final y la bruja molen, y deje con ganas de más me alegran enoooooooormemente. Sobretodo lo de la bruja. Porque a mí me mola cantidad, pero lo más probable es que sea porque la he creado yo =P

      Corregiré las comas también. A mí ya me parecía que no acaban de encajar, pero es que es uno de mis grandes defectos en la escritura: o me quedan frases interminables llenas de comas, o frases en plan telegrama. Tengo que trabajar mucho con eso.

      Seguramente sí, me ayudará a centrarme en una sola cosa que escribir. Más me vale, porque teoricamente es una saga con una secuela, dos precuelas y no se cuentos relatos cortos. Yo soy mucho de eso xD

      Gracias por leer, por comentar, y por la sinceridad. Eres un amor <3

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