sábado, 28 de junio de 2014

Ser diferente mola

¡Hola, maestros del frikismo!
Hoy, es un día especial.
Es el día del Orgullo LGTB y, como slasher desatada que soy, pues he pensado en hacer algo al respecto. Ya sabéis, por lo de la tolerancia y los derechos humanos y la igualdad y esa clase de cosas. Seguro que ya os sabéis el discurso. Es un discurso bastante popular.
Me he planteado durante un rato que podía hacer, dado que explicaros lo guays que son mis parejas slash me parecía un poco... Bueno, que no era original.

Veréis, algo que aprendes cuando te vas haciendo mayor es que este mundo no está lleno de arcoiris, unicornios y cosas rosas. Es un mundo duro y complicado lleno de aristas que se clavan, de maldad y de miedo. Y sí, estoy quedando como la típica que da el discursito, ya lo sé. Pero es la verdad. En el mundo hay lo que yo llamo "mala gente". O "estúpidos". O "gilipollas". O "ojalá y te partan todos los dientes". Y demás.
Porque esas personas tienen miedo. Tienen miedo de aquello que es diferente. Y no me refiero sólo a la comunidad LGTB, sino a todos. Lo que es diferente asusta y se rechaza. Lo que no encaja en un canon es desechado porque a la larga trae problemas. Lo que realmente quieren es que todos seamos iguales, pero no como deberíamos serlo. Quieren que pensemos igual. Que vistamos igual. Que reaccionemos igual. Es algo de este mundo que me enferma especialmente, la verdad.
Es decir, yo nunca he sido del todo normal. A los seis años ya creían que era rara y ya no encajaba del todo en el mundo. Y, realmente, da igual lo protegido que sea el entorno o la buena gente que te rodeé, porque hasta la mejor persona puede hacer daño a aquello que teme. Nunca tuve ningún problema serio por ser diferente. Oh, bueno, sí. Una matona. Es una historia no divertida que incluye encerramientos en armarios e intentos de tirarme por una ventana. Sí, soy muy Kurt.


Tampoco es que me ponga a llorar al recordarlo ni nada. Es sólo mi incapacidad de callarme y dejar de dar detalles. Disculpadla y tal.
En todo caso, sí, hubo un matón, y sí, después hubo más problemas, pero, dentro de lo que cabe, no fueron especialmente preocupantes.
Y, a pesar de que fueron incidentes cortos y algunas veces hasta absurdos, durante ese momento tú los ves como el fin del mundo. Porque el rechazo duele. Duele más de lo que debería doler para que fuese justo. Pero claro, el mundo no es justo.
Así que sí, el rechazo es doloroso. Aunque hay que reconocer que curte, que impermeabiliza. Cuando algún imbécil hace un comentario, yo soy capaz de responder. A veces, incluso me lo paso bien, llega a ser como un juego. También es que yo soy de las que se ríen del chiste sobre ella misma, si es bueno. Si es malo no. Si es malo me cabrea porque es malo o porque el idiota no va a entender la réplica.
En cualquier caso, al menos en mi experiencia, aprendes a defenderte y a ignorar cualquier clase de comentario de ese tipo. Pero se tarda.
Por lo que, claro, cuando te enteras de que tu caso no fue exagerado y de que hay gente pasándolo peor, la reacción natural es incredulidad. No porque considerase lo mío como lo peor del mundo mundial, sino porque me costaba creer que hubiese gente tan cabrona por el mundo sin que nadie le pegase con un garrote en la cabeza o algo. Oh, está bien, a riesgo de quedar como una niña inocente me sigue sorprendiendo. La parte del garrote, digo.
¿Que qué tiene esto que ver con el día del Orgullo? Pues que, al menos para mí, la situación no es tan distinta. Se trata de lo mismo, de miedo a lo diferente, de tratar meternos a todos en la casilla que dicen que nos corresponde. De ponernos una etiqueta para que los que nos salimos parezcamos más material defectuoso que otra cosa.


Y sé que no es todo el mundo, por favor. No es todo el mundo. Pero sí que hay más gente de la que se podría pensar en un principio. Eso es lo que deberíamos cambiar urgentemente de este antro. En realidad, creo que vamos por buen camino, que estamos enseñando a las futuras generaciones que ser diferente no es malo. La imagen anterior es de un capítulo de Los padrinos mágicos en el que nos enseñan lo HORRIBLE que sería el mundo con todos siendo iguales. Y que aquellos que discriminan, discriminan por ser imbéciles, no porque esté mal ser diferente. Fue un gran capítulo.

Pero volvamos al tema.
Realmente, mi primer contacto con la homofobia fue: "¿Pero eso sigue existiendo?". En esa época creí que era como el racismo o como el franquismo en Cuéntame: algo desfasado. Obviamente, no lo es --y el racismo tampoco--, pero fue una gran sorpresa.
La primera vez que fui consciente de que había chicos que se besaban con otros chicos (o chicas que se besaban con otras chicas, pero eso lo descubría más tarde, cuando llegó Bea en la segunda temporada) fue en Aquí no hay quién viva. Y, dado que mis personajes favoritos de ese entonces y todavía hoy son Emilio, Mauri y Marisa, entiendo que no me debió resultar demasiado traumático.
Consideré que los que salían en la serie tratando mal a Fernando y a Mauri --¡a Mauri, por los dioses antiguos y nuevos!-- eran idiotas y, sí, mala gente. Pero nunca pensé que, realmente, había gente siendo así por el mundo real, fuera de la televisión.
... Sí, era una niña muy inocente. Casaba a los colores. Si la moñez me viene de serie...
Pero como os decía, la realidad es bastante distinta. Hay gente a la que la idea de dos hombres juntos le pone los pelos de punta. Y, lo más sorprendente, gente joven. Es decir, no son cuatro paletos de pueblo desdentados haciendo chistes sobre mariquitas, sino que hay personas en los institutos que opinan igual. Eso sí que fue un shock. ¡Pero si en la tele decían que estaba bien! pensaba yo ¿Es que no ven Aquí no hay quién viva? Y parece ser que no la veían. Anda que hay gente con mal gusto...
Aun así, es obvio que las cosas están cambiando para mejor. No en todas partes. No al mismo tiempo. Pero, bueno, ahora hay muchísimas parejas homosexuales en la cultura pop, que es lo que llega más a las nuevas generaciones. Es decir, todo el que vea Glee no va a hacer una mueca ante una persona homosexual porque es IMPOSIBLE no amar a Kurt y a Blaine. En Cazadores de Sombras están Magnus y Alec. Hubo CINCO temporadas de Queer as Folk, que es una serie bastante fuerte y explícita, aunque sin ser tampoco vulgar o vacía. Lamentablemente sólo hubo una de The New Normal, que ejemplifica bastante bien lo que quiero decir, pero que le vamos a hacer, es preciosa en toda su extensión y yo prefiero tomármela como una película larga y ya. No sé si, realmente, podemos considerar el yaoi como algo positivo, dado que normalmente perpetua mucho el típico rol de el chico-chico y el chico-chica, pero está ahí y hace dinero, lo que significará algo. ¿Y cuanto fic y fanart slash hay por ahí de The Avengers, House, Supernatural, Sherlock y Harry Potter suelto?

No sé si es adecuado decir que el miedo a lo diferente desaparecerá, pero los tiempos están cambiando. Y si se atreven a juzgarnos porque nos gusten los chicos o las chicas, porque tengamos otra raza u otra religión, porque no nos comportemos de forma aceptable para la sociedad o porque rompamos los canones, siempre podemos pegarles un puñetazo en la nariz.



PD: ¿Debería haber ido a lo fácil y haber comentado lo guays que son Kurt y Blaine? ... En realidad, ya hice una entrada al respecto, así que...

No hay comentarios:

Publicar un comentario